A estas
alturas del verano a nadie se le ha debido escapar ese anuncio en el que
diferentes ciudadanos tratan de pagar sin IVA.
Ante la cuestión, se levanta una respuesta contundente; “y sin
hospitales, y sin escuelas públicas y sin carreteras”. He de reconocer que el comercial es buenísimo
y, cumple con esa vieja máxima de los mensajes publicitarios relacionados con
la conciencia que no es otra cosa que despertarla. Empero, el asunto es
fácilmente desmontable y si usted me concede el beneficio de la duda le
demostraré, espero, que yo no tengo nada que ver con ese familiar mío tan
tacaño que cada vez que ve la misa por televisión y se acerca el momento de que
pasan el cepillo, cambia de cadena por si las moscas. Mi opinión se explica, aunque
tan solo en parte, por una aversión al uso que se le da a mis impuestos.
Podría decir
que si no pago el IVA no existiría Canal Sur. Ese medio tan plural que admite
tanto opiniones a favor de la secta del capullo como en contra de la oposición.
El canal en el que sus directivos, pese a la limitación de sueldos acordada
hace tres años, cobran 78.522 euros, casi 15.000 más que la ínclita Susana
Díaz. Tampoco existiría la autonomía
andaluza con su pandilla de cuatreros que nos condenan a tener tasas de paro africano.
Sin esas
tasas tampoco habría que lidiar con la hija del farero con menos luces que un
barco pirata. Esa Gámez que ve escasas y precipitadas las medidas sociales que acaba de aprobar el
alcalde de Málaga. Y es que tal vez la hija del averno quiera esperar tanto
como cuando le dio por arruinar a los comerciantes de callejones de El Perchel
con las obras del metro. Incluso puede que quiera hacer lo propio como hizo su
partido con los trabajadores de Isofoton. En definitiva, sin IVA la Belcebú con
gafas no existiría.
Acoquinar tasas para que luego nadie mejore los
hospitales- gestionados por políticos- o para que el presidente del gobierno no
haga cumplir la ley de banderas en la región catalana es, además de un fraude, una estupidez tan grande como un elefante. Por tanto, pagar la
contribución está muy bien pero luego la cosa, como cualquiera con dos dedos de
luces puede imaginar, tiene sus atenuantes. Esa asfixia económica a los
trabajadores para mantener un senado de elefantes desfasados no tiene, en mi modesta
opinión, interés alguno que no sea el de aquellos que viven del cuento de la
España autonómica.
En cualquier
caso, me declaro defensor de la contribución aunque solo sea para
mantener a esa legión de ángeles que se desvelan por todos nosotros; médicos,
enfermeras, profesores, policías, Guardias Civiles, guardas forestales,
bomberos y demás. Empero, la carga
fiscal es tan acusada que a veces, algunas veces como ocurre en la taifa del
sur, defraudar se convierte en el primer deber del ciudadano.
Mi posición no se explica, como el lector inteligente podrá apreciar, por el anuncio sino por las declaraciones que hizo la
semana pasada Susana Díaz afirmando que los primeros días de su gobierno se
caracterizan por la eficiencia y tiene toda la razón. La eficiencia de cerrar
quirófanos en verano. La efectividad por llevar a la ruina a los profesionales
y estudiantes de las Escuelas de la Cónsula y la Fonda. La aptitud para hacer
del sur el peor sitio para la inversión extranjera. La capacidad de conspirar
para ese producto mediático llamado Pedro Sánchez. Sí sin IVA y sin cartera por
culpa de esa pandilla de sinvergüenzas que trabaja para el PSOE. Creo que la conclusión a la que podemos
llegar es simple; el gobierno debería hacer con los impuestos lo mismo que con
la casilla de la iglesia católica, es decir, dar la opción de destinar nuestro
dinero a otros menesteres mucho más saludables. Yo ya estoy soñando con una
flotilla de Eurofighters sobrevolando el Palacio de San Telmo. Se iban a enterar de lo que es el IVA.
Sergio Calle
Llorens
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