Sorprendentemente parte de la población del resto de España
se ha tragado ese discurso nacionalista periférico; Cataluña versus España.
Recordemos a esos cientos de cretinos que trabajan en televisión que aún siendo
de Toledo o Soria preguntan a los extranjeros si hablan castellano. Todo es
consecuencia de lo que han cedido los gobiernos del PSOE y del PP, tanto monta,
monta tanto en esta historia de taifas ridículas. Y todo es tan esperpéntico
que hasta Paquirrín parece saber más de historia que el mismísimo Pep
Guardiola.
Los nacionalistas catalanes tienen un claro talento para el
folclore folletinesco. Un movimiento que siente querencia por las
manifestaciones con antorchas estilo Hitleriano. En cualquier caso, en estos
tiempos se puede afirmar que hablar es de necios, callar es de cobardes y
escuchar es de sabios. Por eso hemos de poner el oído para enterarnos que parte
de la sociedad catalana quiere la independencia pero sin pagar el precio. Es
obvio que una cosa es organizar verbenas y otra sacrificarse por la causa.
La realidad es tozuda; Mas no va a organizar ningún referéndum
ilegal y tratará, como no podía ser de otra manera, de acabar la legislatura
para poder enfrentarse a Esquerra en las próximas elecciones autonómicas. Y si éstas
fueran ganadas por ese tipo sacado de la película de Babe el cerdito, la cosa se
pondría fea. Probablemente una declaración unilateral de independencia y el
Estado suspendiendo la autonomía.
El primero que ha apuntado esa posibilidad ha sido el
ministro Margallo y se ha armado la marimorena. A la izquierda española le
parece mucho mejor que cualquiera se salte la ley a aplicarla. Nada nuevo bajo
el cielo de aquellos que apuestan por la alianza de civilizaciones como remedio
para que los moritos no usen las bayonetas como supositorios en nuestros
culitos. No entienden que tirar alpiste en esa boda puede terminar como “Los Pájaros”,
aquella magnífica película de Hitchcock.
Suprimir la autonomía catalana podría excitar a la
muchachada nacionalista. Saldrían todos a la calle indignados pero, a los tres
días, estarían haciendo de tenderos que
es lo mejor que hacen los catalanes. Seguirán siendo españoles, eso sí, muy
frustrados y echando miradas sulfúricas a todo aquellos que les han llevado a
una nueva derrota. Esos que podrían haber usado su tiempo en evangelizar a los
monos.
En cualquier caso, hoy, por primera vez un miembro del
gobierno del Reino de España ha afirmado en público lo que yo llevo defendiendo
la última década; supresión de autonomías que se salten la ley o que la
apliquen para ejercer el latrocinio institucionalizado. Cataluña podría ser la
primera, y Andalucía, la siguiente. Un servidor, por si acaso, ya he empezado a
tomar medidas a Margallo para poder hacerle una estatua en La Malagueta , junto al
mediterráneo, con los destellos de cobre y su neblina azulada.
Sergio Calle Llorens
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