La presidenta andaluza ha afirmado que ella es roja y
honrada. Yo, en cambio, creo que debería estar entre rejas por ser una deshonra
a todos los andaluces a los que su secta del capullo roba todos los días del
año. Sus palabras humillan al sentido común y a la historia más reciente de la
taifa más pobre de España. Si la espera es el óxido del alma, los del sur
tenemos el ánima enmohecida. Entiendo que sus declaraciones son de consumo
interno, como un guante que se le regala a un manco. Supongo que hay peores cárceles
que las palabras pero no concibo peor prisión que vivir bajo el yugo de la Junta de Andalucía. No sé
como se atreve a decirle al Presidente Rajoy que no hay que vencer sino
convencer. Ella que machaca a todos los funcionarios públicos disidentes. Sería
buen momento de recordarle como nos amenazan- a veces hasta de muerte señor
Juez- los miembros de La
Garduña socialista.
Susana Díaz no es una política, es una enfermedad mental
incurable. Una dolencia que ha llevado al sur a la ruina a pesar de las ayudas
de la Unión Europea
y del resto del país. Una forma de entender la política. Si hay decepciones que
honran a quienes les inspiran, en la república bananera andaluza el desengaño no
existe. Todos son cómplices de este engaño masivo que nos ha llevado a la
muerte. Dicen los sabios que los difuntos no acuden a su propio entierro, con
la excepción de Andalucía. Un permanente fenómeno para anormales.
El PSOE andaluz es una pose constante. Un delirio que
cataloga a la gente por lo que dice y no por lo que hace. Los socialistas hacen
el mal y ni son rojos, ni son honrados. Ellos han pervertido el origen de la
autonomía. Tres décadas de nada en la que el tiempo se ha derramado en vano.
Si Susana Díaz fuera honrada no habría ido a humillarnos
prestando sus respetos en la tumba de Hassan II. Y mucho menos con ese modelito
que, supongo, estaba muy de moda en los tiempos de la guerra del Peloponeso. Al margen de su aspecto de momia decrépita, lo
relevante es su cerebro de percebe. Lo importante son los 3000 millones
hurtados por sus socialistas en el Caso de los ERE y los cursos de formación.
Las palabras se las lleva el viento. Lo único que esperamos es una limpia y que
sus corruptos terminen en una prisión como Alcatraz, Sing- Sing o la Bastilla.
Díaz no engaña a nadie porque su corrupción tiene,
exactamente, tres años menos que Matusalén. La relación entre los socialistas
andaluces y sus gobernados es la misma que la de un propietario de una plantación
y sus esclavos. Estamos ante una época
en la que se exigen soluciones y menos palabrería barata. No es momento de que
nos vuelvan a vender el pleno empleo pues eso, sencillamente, es como ofrecer
esponjas a los borrachos que no pueden llevarse todo el alcohol a casa. Susana
es más de lo mismo y, por supuesto, sus votantes son una pandilla de cretinos
dispuestos a creerse cualquier papanatada. Entre ellos están las señoras que
ven a diario Canal Sur, y esos señores capaces de comprar la loción socialista
de Susana que convierte una estatua femenina en una tigresa apasionada.
Susana lleva demasiado tiempo encerrada en su torre de
marfil, viajando de coche oficial en coche oficial. No creo que haya tenido
tiempo de sentarse para reflexionar ni un momento. Su único talento es para el
embrollo y la traición. Su oratoria padece de anemia. Nos baila como si le
hubiera pedido prestadas las piernas a su abuela. Y se mueve torpemente con esa
música tan deprimente. La de Triana tiene de buena gestora lo que yo de coleóptero.
Lo único que se puede añadir es que hay épocas en las que no ser nadie es más
honorable que ser alguien. Por eso
prefiero ser un disidente a ir por la vida con el careto y la poca vergüenza de
los miembros de la mafia socialista.
En fin, esto se va acabando y antes de partir me dedico a la
observación. Veo desde mi atalaya la luna que dibuja una guirnalda de plata que
se refleja en mi mar. Escucho el susurro de las olas rompiendo en los
acantilados acariciando el silencio. La escena parece una acuarela fantasma del pueblo malagueño que luce en las tiniebla doradas del alba. Detrás, el monte se alza como una isla fugitiva varada en la marea púrpura de septiembre. Aquí,
Susanita y su pandilla de criminales no pueden hacerme ningún daño.
Sergio Calle Llorens
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