Ya de mañana los medios aseguraban que el resultado había
sido una sorpresa para todos. Básicamente ninguno de sus sesudos expertos en
política europea había sido capaz de ver lo que se avecinaba. No me sorprende pues la
gran mayoría de ellos escribe lo mismo y, cuando les toca hablar en tertulias
comienzan con el socorrido “es decir”. Si al puerco lo reconocemos por el
gruñido y al jabalí por el colmillo, al periodista medio lo conocemos por una
pluma tan pobre como una rata.
En cualquier caso, ver a Rajoy con esa cara de espantado
dirigiéndose a los españoles para dar los resultados de Escocia y, también, a
los socialistas cuyas palabras proyectan peligrosas sombras sobre España, me
provocan un fuerte desasosiego. Pareciera que ninguno de ellos tuviera muy
claro lo que iba a pasar. Por otro lado, Cataluña que quería ser como Escocia
ha dado como resultado que Alba- Ese es su nombre en gaélico- vaya a tener las
mismas competencias en el futuro que la Región de Murcia.
Es lógico que a tener de los resultados, los nacionalistas
periféricos no tengan hoy los ánimos para requiebros de cantonera. Ahora todos
son lamentos de puertas para dentro y cuando se sienten observados por una cámara
ponen la mejor de sus sonrisas y comienzan con sus desvaríos habituales. Estoy
seguro que se les abre un abismo de soledades e incomprensiones. Europa,
sencillamente, ha parado el golpe de los que llevan el reloj atrasado a través
de los escoceses. Esos tipos rudos que en compañía de los irlandeses supieron
aguantar la última carga de la vieja guardia de Napoleón en la batalla de
Waterloo. El rapto de la Princesa Europa de manos de los
bárbaros islamistas parece improbable. La unidad se me antoja fundamental en esta lucha
implacable que hemos de acometer cuanto antes. Y mientras pienso en ello, una
nueva foto llega a mi móvil; es la de Loch of the Caves. Fue allí donde el Príncipe
Charlie subía a un barco francés para
huir a Francia. En la instantánea Muriel, en compañía de otras dos amigas, me
ha escrito la leyenda; Alba Go Bragh. Sí, que viva por siempre.
Sergio Calle Llorens
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