La realidad
es un mar donde unos se conforman con bañarse en la costa, otros se atreven a
navegar mar adentro, y otros tratan de bucear hasta sus límites más profundos
donde habitan criaturas que la mayoría ni imagina. El mar es el mismo, pero no
es el mismo para todos. Además, el mar es percibido de forma distinta según
esté en calma o en tempestad. Yo pienso que la vida es como un mar lleno de
complejidades, matices y ambivalencia.
En mi caso, el
mar lo es todo para mí. Es mi primera mirada. Mi método de escapar de los problemas
abrazándome a atardeceres cárdenos. Las historias de naufragios. El alma de los
marineros muertos en alta mar. Mis amores más queridos. El desamor y el mar
corren por estas orillas como los niños en un día de verano. De hecho, el Mediterráneo
es mi religión, estas calas mi templo y yo soy su sumo sacerdote. De ahí que me
lleve mal con aquellos que arriban aquí con la intención de perturbar la paz de
estas autopistas marinas tan antiguas.
Dicen los sabios
que siempre hay una puerta o ventana por la que escapar, al menos en parte. En
este mar, en cambio, la puerta siempre está abierta. Aquí todo depende de las
variantes cromáticas de cada puesta de sol y se nos hace saber que todo cambia
menos la belleza de estas postales marinas. Esas olas en la bahía nos recuerdan
que hubo un tiempo en el que las leyes de Newton se dieron por
infalibles hasta que Einstein demostró que el espacio es curvo y el
tiempo relativo. También la brisa marina nos susurra que nuestras leyes físicas
no sirven para explicarlo todo, y la física cuántica nos habla de que debemos
concebir la realidad como algo que existe y que no existe al mismo tiempo en términos
de probabilidad (gato de Schrödinger). Se habla de un mundo con un
número no definido de dimensiones, de multimundos y mundos paralelos. Por todo
ello los científicos se afanan en buscar una teoría que explica todo esto y se
han echado en brazos de la teoría de cuerdas (String theory). Yo, que soy
un poco más modesto, busco con denuedo seres racionales sin conseguirlo. Y es
que como le espetó Sherlock Holmes a su buen amigo el Doctor Watson: “Usted
ve, pero no observa. La distinción es clara”.
Conclusión: Este mar no es lo mismo para todos,
pero da lo mismo a los que no lo contemplan a diario aquí mismo.
Sergio Calle
Llorens
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