Los jóvenes
malagueños de finales de los ochenta mirábamos a Barcelona como el faro
que ilumina el mar de madrugada. Hoy, sin embargo, en la Ciudad Condal no
tienen nada que contarnos tras haber caído en el garrulismo más acuciante. Porque
Málaga- Ciudad Región- es cosmopolita, abierta, liberal y está divorciada
de la cantinela sentimental y el catetismo que conlleva el nacionalismo de
campanario. Inútil ideología que despierta el sarcasmo entre nosotros. Pero
donde Málaga nunca ha buscado inspiración es en Sevilla con su
revolución socialista de cacos, coca y caca. Además, esa urbe está a años
luz de nuestra esencia mediterránea que convierte a la Ciudad del Paraíso
no sólo en el motor económico, turístico, cultural y tecnológico del sur de España
sino en el foco que alumbra el camino del éxito.
Musicalmente hablando las bandas malagueñas de
aquellos años sonaban como las británicas porque el puente aéreo Málaga-
Londres siempre ha funcionado muy bien e, incluso, comprábamos la música de
importación en Inglaterra. También degustábamos música del resto de España.
En esencia, consumíamos música europea y el reggaeton, como muy bien ha
señalado Loquillo, nos es ajeno culturalmente. Esta afirmación no es ni
buena ni mala, sino la pura verdad. Cantar en la misma lengua no significa gran
cosa cuando se trata de ciertos géneros musicales. Yo, que crecí escuchando el rock
and roll más canónico, también abracé la música italiana y hasta la
irlandesa. Eso no me hace europeo, es que soy europeo.
Desgraciadamente
hay personas de acostumbrada agudeza interpretativa que se ofenden hasta con lo
obvio. Y es que es cosa de espanto la incultura de algunos políticos que, si pudieran,
nos obligaban por decreto a escuchar joropo por aquello de sus querencias
bolivarianas. A todos ellos habría que contestarles con una frase que solía decir
mucho el dictador Chávez: ¡Al Carajo!
Sergio Calle Llorens
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