De haber tenido
más tiempo le habría escrito una carta más corta. Después de todo lo único que tenía de especial era mi forma de mirarla. De ser el tiempo más largo jamás habría
creado un personaje basado en esa mujer. La misma que se declaraba progresista y
muy de izquierdas pero que, en el fondo, era tremendamente clasista y retrograda.
De haber
tenido más seso, nunca habría permitido que entrase en mi vida como un elefante
en una cacharrería. Ella fue un huracán que arrancó los cimientos del castillo
de naipes de mi vida llevándose hasta los dulces recuerdos que olían a jazmín.
Después de aquello nada fue igual. Sin muros para protegerme de los ataques
externos las colinas vecinas dieron eco a la
canción desesperada mientras su desprecio cerró en torno a mi cuello la soga
final. Hubo aplausos. Muchos aplausos.
De haber
tenido más luces jamás habría publicado una de mis obras con esa editorial
porque es más probable que una nave alienígena aterrice en la Playa la Malagueta
que Ediciones El Genal me pague los derechos de autor. El continuo
desprecio a la decencia deja a los escritores a los pies de los caballos. No es
nada personal, o eso creo, porque al mismísimo Cervantes le hubieran
tratado igual. La profesión de editor
encubre muchas veces una multitud de pecados. Verdades absolutas. Verdades
innegables. Realidades incómodas.
De haber
tenido más tacto diplomático los conflictos se hubiesen derretido como la
escarcha al amanecer. Puedo lamentar lo ocurrido pero las cosas han ido
demasiado lejos por la cortedad de miras de unos cuantos. No mencionaré para
nada, claro está, la participación de los cómplices en los desprecios a este humilde
escritor.
De haber
tenido tiempo habría entendido que las desgracias ocurren de la manera más tonta; un encuentro casual con un antiguo compañero de colegio o una llamada de una antigua novia de la universidad. Pasado
que viene a enredar el presente.
Hoy, muchas
lunas después, me siento como Sean Thornton, ese personaje fordiano que harto de luchar vuelve a Irlanda buscando la paz. Porque en el fondo todo se reduce a
eso; un trozo de tierra, unos paisajes verdes, unos amigos amables y un mar azul en el que perder la
mirada. Ya no tengo miedo de la pelea sino de mis propios puños y ahí emparento
con el marido de Mary Kate. De haber tenido más tiempo. De haberlo
tenido…
Sergio Calle Llorens
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