Si de verdad
queremos conocer la materia de la que se forjan las personas, sólo debemos
darles un carguito. Es evidente que hoy,
tras múltiples meteduras de patas, todo el país sabe que el Alberto Garzón
es una carga pública que desconoce, más allá de tres reglas mal aprendidas,
todo de casi todo. Yo ya lo advertí en
estas páginas, pero nadie quiso hacerme ni puñetero caso.
El lector informado sabe que, una vez elegido
diputado nacional por Málaga, el riojano- porque Garzón es natural
de esa tierra- no realizó ninguna pregunta parlamentaria sobre los recortes de
la secta del capullo en la sanidad andaluza- porque esa región era controlada
por la izquierda- y concentró su interés en la de Madrid porque allí
gobernaba, y todavía gobierna, el enemigo. Para arreglar el desaguisado de su poco
interés por los asuntos de la provincia a la que representaba, los herederos de
los pioneros del tremendismo en el periodismo comarcal interrogaron a Garzonete
sobre su lugar favorito en la tierra de Pablo Picasso. Para sorpresa
de muchos, el riojano no eligió ni un museo, ni ninguna cala paradisiaca de Nerja,
ni ninguna de nuestras mágicas sierras, ni el majestuoso Caminito del Rey-
esto ultimo hubiese sido visto como una traición al movimiento republicano- sino
el restaurante el Castillo de Rincón de la Victoria que, para no
iniciados, es el peor lugar para degustar las delicatessen malagueñas. Las carcajadas tras su afirmación todavía se
escuchan en todos los rincones de nuestra galaxia.
El problema
del ministro de Consumo es que ve el mundo en blanco y negro, en buenos y
malos. Por eso cuando le hicieron la entrevista en The Guardian- periódico
que suelen leer las personas de izquierda moderada en el Reino Unido-
pensó que estaba entre “amigos progresistas”- en verdad habría que
llamarlos retrógrados- y soltó que la carne que exporta España proviene
de animales maltratados y, por ende, es de una pésima calidad. Puedo imaginar al periodista inglés frotándose
las manos con las declaraciones porque, aunque el de Logroño no lo sepa,
no hay nada que venda más en la Pérfida Albión que un buen titular antiespañol.
Y Albertito cayó en la trampa con su instinto romo para la política y su
analfabetismo galopante.
Las únicas
voces que han defendido al representante de IU tras la última polémica han
sido de los voceros de la izquierda: Ignacio Escolar, el Facuo y Pablo
Iglesias. Este último incluso ha llegado a llamar ultraderechistas a las
agencias de noticias por sacar a la luz la entrevista. Pero nadie del gobierno ha salido a
defenderle. Garzón, tocado y casi hundido, ve pasar las balas silbando sobre
su inmensa cabeza. Pero yo pediría al
personal que dejaran de dispararle. Al fin y al cabo, gracias a que fue elegido
ministro del Reino de España, hoy nadie duda de su incapacidad manifiesta,
no sólo para la política, sino para ejercer correctamente de jefe de planta del
Corte Inglés. Y es que escuchar a Alberto Garzón hablando sobre
ganadería es como oír a Kiko Rivera sentando cátedra sobre astrofísica: los
dos piensan que los agujeros negros llevan bragas. Dejen pues los tiros al ministro y esperen a
que los suyos le tiren al sitio que tiene el mismo nombre que la localidad natal de
su madre: Cenicero. Después de
todo, como cadáver político sólo le queda la incineración.
Sergio Calle
Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario