Granada es una ciudad de palacios, de
iglesias coquetas, de conventos. La capital que tiene el monumento más
importante de España; La Alhambra, y el mirador más bello que
crearon los hombres: el de San Nicolás. Sin embargo, caminar por sus calles es
atravesar el silencio estremecido que quizá surja de su
agónica decadencia.
Curiosamente la historia granadina más importante tiene que ver con dos sepulturas: la de los Reyes
Católicos, archiconocida, y la de Federico García Lorca, ignota. La
muerte luctuosa del poeta dio paso a una psicología tenebrosa. Es como si sus habitantes
arrastrasen un sentimiento de vergüenza por el asesinato del autor de Bodas
de Sangre. El pecado original es una afección paralizante porque, justo es
reconocerlo, la poesía de sus autores, que arribó después de su muerte, es
cursi y mala a rabiar. Pero el granadino no sólo acarrea esta pena, sino que ha
tenido que padecer el tormento de la autonomía andaluza para entender su
declive. Deterioro literario. Ocaso
empresarial. Degeneración ferroviaria. Descomposición turística. En este sentido cabe resaltar que dejas la bella Nerja
para adentrarte en la Costa Tropical y es como llegar a otro mundo, a un
mundo detenido en el tiempo. Concretando; Granada sigue anclada en 1986.
En verdad
Granada lo tiene todo, pero es la nada. Es difícil encontrar una idea política
en el viejo Reino que se tenga en pie. Al menos hasta que alguien propuso
separarla de la taifa del sur que ha significado centralismo, arbitrariedad,
desorden y una inmensa corrupción. La Andalucía socialista dio para mucho. El
resultado es que Granada dispone de un aeropuerto de regional preferente, sin
tráfico aéreo y, obviamente, sin pasajeros. Granada pierde conexiones ferroviarias y población
cada año mientras otras provincias le ganan por goleada. Incluso soporta que la única
estación de esquí del sur de la península, Sierra Nevada, sea gestionada desde Sevilla. Un despropósito.
Sinceramente
creo que lo del Granadexit terminará en nada. Dios quiera que me equivoque,
pero, de momento ,sólo atisbo mucha gesticulación inútil y ningún plan maestro. Al final, al margen de los sentimientos, está
el dinero y todo el mundo tiene un precio. Imagino que mucha gente no estará feliz con lo
que aquí dejo escrito sobre Granada, pero si yo quisiera contentar a todos, ustedes sepan perdonarme, me metería
a vender helados y no escribiría ni una línea.
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario