Soy el único
español al que echaron de un medio digital por un articulo crítico con Vox.
Sin embargo, le agradezco a esa formación política que apoyase al nuevo
gobierno de la taifa del sur a la que, por cierto, nunca he querido pertenecer.
Este hecho le da un valor doble a lo que aquí le dejo escrito. Y me da igual
que usted sea un honrado come-almohadas, un heterosexual encantado de haberse
conocido, un bujarrón profundo o un sectario de otro mundo. Lo importante, al
menos para mí, es que ponga todos sus sentidos en la comprensión lectora.
La falsa
agresión homófoba de Malasaña no fue creída por la policía en ningún
momento. Sin embargo, el bulo del culo- candidato a hashtag del año- fue
utilizado por Pequeño Marlaska para atacar a sus enemigos políticos. No es
la primera vez, ni será la última. Les recuerdo el falso informe policial que el
ministro presentó para justiciar las agresiones físicas a miembros de Ciudadanos a manos del colectivo LGTB.
Seis vergonzosos folios sin firmar y sin membrete que negaban la mayor. El escrache,
que vio todo el mundo, fue pasado por alto por el titular de Interior que, como su presidente,
odia a aquel que no vota a la secta del capullo. De tal guisa que los delitos
de odio son tales si atañen a personas afines a la ideología de los miembros
del ejecutivo porque las amenazas a los del PP en el País Vasco, las
agresiones a chicas con las camisetas de la selección española en Barcelona
o las pedradas a los simpatizantes de Vox en Vallecas son catalogadas
de provocaciones por parte de los agredidos.
La seriedad del asunto se agrava cuando este
gobierno presenta a España como a un país donde supuestos miembros del KKK
salen a la calle a diario para cazar a inmigrantes y a homosexuales. Así no hay manera de vender nuestro destino en
el extranjero. El ejecutivo viene a
demostrar esa máxima de cuando te mueres, no sabes que estás muerto, no sufres
por ello, pero es duro para el resto. Lo misma pasa cuando eres imbécil.
Pero nos
desviamos del asunto central; el bulo del culo. Y es que hay que estar
muy mal del tarro para dejarse tatuar en las nalgas la palabra “maricón”.
Aunque he de reconocer que la falsa
víctima, a pesar de su juventud, sabía que medio país caería rendido a sus pies
por denunciar un ataque homófobo de tal magnitud. Incluso no descarto que
barruntara la posibilidad de que algún colectivo iniciase una recogida de
firmas para ponerle una calle en Madrid. A fin de cuentas, en la vida no
se trata de ser el mejor sino inolvidable. Y al del bulo del culo no lo
vamos a olvidar jamás.
Sergio Calle Llorens
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