El Real Madrid es el
fantasma de Castilla. El hazmerreír del mundo que, a pesar de todas las
influencias y favores, está más cerca del descenso que del liderato de la liga.
Como no lo esperaban y se las prometían muy felices al inicio de la
pretemporada, ahora se dedican a echar balones fuera. Y nunca mejor dicho. Lo
último es inventarse clasificaciones en las que el club de Concha Espina sería líder de contabilizarse solo las primeras
partes de cada partido. En ese apartado,
al parecer, ganan los blancos. Una idea que salió del patético programa del Chiringuito y que ya ha comprado el
Madridismo, catetismo en el resto de
España, con informes detallados en su prensa deportiva.
De seguirse el
ejemplo madridista, un conductor que hubiese estrellado su auto contra un
escaparate a resultas del consumo excesivo de alcohol, podría decirle al juez
que le juzgara solo por su comportamiento en la iglesia y no por el convite convertido en un tercer tiempo
de rugby. Igualmente el mozo debería comunicar a su Venus de ensueño que el
gatillazo de la noche anterior fue un mero accidente y que debería centrarse
más en los juegos eróticos previos al espantoso ridículo. Con un poco de suerte, incluso, la dama en
cuestión validaría la exquisita cena como una experiencia sexual con lengua muy
placentera.
Siguiendo el juego de esta pandilla de tramposos, los
malaguistas podríamos sacar una clasificación alternativa en la que el dinero
invertido o jugar el 70% de los partidos en lunes o en viernes- gracias al impresentable de Tebas- fuesen elementos a considerar en nuestro ascenso en la tabla. Sin embargo, la realidad es que los blanquiazules estamos penúltimos por una pésima planificación
deportiva. Los blancos, por su parte,
están mal por las decisiones del técnico galo ¡ay Felizidane, Felizidane! que prevarica una y otra vez colocando en el once a su paisano Benzema que, por cierto, no le mete un gol al arcoíris, por no
mencionar la patética liga de Don
Narciso Ronaldo. Lo mejor de este apocalipsis madridista es que los
deportes minoritarios como; la pilota valenciana, el Dakar y la petanca
se han hecho un hueco, por fin, en sus informativos. Cualquier cosa es buena con tal de no recordar que
el equipo del señor Pérez es un
espectro andante.
Es posible que los árbitros, también conocidos como los Florentinos, terminen echándole más de
una mano al Madrid. Incluso, yo no
lo descarto, algunos se signifiquen tanto en las ayudas que terminen trabajando
junto a Megía Dávila en el Paseo de la
Castellana. Empero, hasta entonces, lo único evidente es que el Real Madrid se ha convertido en
el fantasma de Castilla que arrastra las cadenas de los pecados
cometidos en vida. A diferencia de la Santa Compaña gallega, a la que
no se le debe mirar nunca, a los de esta
procesión de muertos, con sus sábanas blancas incluidas, podemos contemplarles mientras marchan al infierno de la Intertoto.
¿Escuchan los lamentos?
Sergio Calle Llorens
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