No pertenezco a ningún gremio ni, mucho menos, a un grupo organizado
que se precie en presentarse como tal. Soy, por decirlo de una manera simple, liberal y libertario,
pero descreído de las formas de gobierno. Lo
mío es puro escepticismo bañado por un toque de romanticismo cuando contemplo
los atardeceres cárdenos de mi patria salada. La lectura de buen libro, un
paseo por la orilla del mar y unos muslos mordisqueables, o en el orden
inverso, son mis únicas aspiraciones diarias. A veces, incluso, mis pretensiones terminan con la mordedura de un libro o con la lectura de unos perniles
ajamonados donde se encierran los arcanos del mundo.
Mi naturaleza es puro
individualismo y ni encajo, ni he encajado en ningún lugar de eso que llaman
sociedad. Demasiado peculiar para la vulgaridad de una cuadrilla. Demasiadas cuadrillas para un individuo tan poco corriente. Incluso llegado el momento de mi muerte, no me va a acompañar ni la
música camino del camposanto. Si una
mala muerte no puede enmascarar una buena vida, una existencia solitaria solo me lleva a un adiós desolado. Esta certidumbre mía sube como un rosal trepador hasta las arterías de mi corazón. En mi lápida, para vengarme, haré tallar la siguiente leyenda; Les dije que estaba solo y enfermo.
Arribada la
parca mis mejores logros no habrán sido mis obras literarias, sino mis hijos.
Criaturas del mismo padre. Un creador imperfecto con mejores intenciones que Yahvé en Jerico. Nada más. Hasta que llegue la muerte, cada vez más cercana, disfruto del olor a
dama de noche, a brisa marina en noches con la bóveda celestial cubierta de
estrellas. En verdad es mucho más de lo que yo había esperado.
Sergio Calle Llorens
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