El primero paso para resolver un problema es reconocer que
existe. Subsanarlo depende de nosotros. El
Real Madrid tiene un gravísimo problema y se llama F.C Barcelona. Un club ganador en todas las secciones deportivas
con las que cuenta. Si hablamos del deporte rey, el Barça gana dos de cada tres
ligas y, además, es el equipo que mejor
juega a lo que sabe y que mejor sabe a lo que juega; posesión y unos jugadores
que entienden el fútbol como una actividad poética que se eleva al infinito.
Ayer tomaron el Bernabéu demostrando que el clásico se llama así porque lo
habitual es que se lo lleven los culés.
Empero, los grades gurús informativos echan balones fuera
culpando de la derrota a la no inclusión
de Casemiro- ¿de verdad no les da
vergüenza?- la mala relación de Benítez
con los jugadores, la alineación o la pésima pretemporada pero, ninguno, ni por asomo, señala al verdadero
responsable de la situación; Don
Florentino Pérez con su política de fichajes de jugadores engreídos,
malcriados que valen, además de para hacer películas malas, para hacer caja con
las camisetas. Un modelo con el que ni Ancelotti,
Mourinho, Pellegrini supieron terminar con la hegemonía barcelonista. De
hecho, una sola y mísera liga que no
sirve para terminar con la frustración blanca. El fútbol, como todos los
deportes colectivos, se basa en el equilibrio ofensivo-defensivo y, los de
Concha Espina hace tiempo que se olvidaron de ese balance tan importante.
Hablemos claro, realidad es que el Barcelona, el Atlético de Madrid y hasta
el Sevilla han ganado más títulos europeos que ellos en los últimos años.
En cualquier caso, la toma del templo blanco por los Dioses
blaugranas fue un monumento al fútbol con un
Andrés Iniesta imperial. Un manchego universal que desmonta las chorradas de
los nacionalistas catalanes que usan al club como un símbolo que no les puede
pertenecer completamente porque, entre otras cosas, es muy amado por personas
de todo el mundo. Gentes venidas, como dice su himno, del sur o del norte y
hermanadas bajo una misma bandera.
En resumen; el
Barcelona es como aquella mujer que tanto ama ese hombre y que le pone los
cuernos con unos paletos de Gerona pero que, le perdona toda porque en la
práctica amatoria le lleva al éxtasis cada vez que lo pilla por banda. El Madrid, en cambio, es ese novio
guapetón que queda muy bien en los calendarios de bomberos desnudos pero que, a
la hora de la penetración, todo queda en coitus interruptus y en la más
peligrosa de las insatisfacciones. Reconocerlo, insisto, es el primer paso para
que los madridistas dejen de hacerse pajas mentales y de las otras. En fin; ¡Florentino quédate!
Sergio Calle Llorens
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