Mientras el ideal político de la taifa del sur se base en
el tarado de Blas Infante, la región seguirá siendo el hazmerreír de España.
Mientras la secta del capullo siga a la cabeza iremos siempre de culo. Mientras continúe el pueblo empecinado
apostando por el latrocinio institucionalizado, no habrá solución posible a la
vista.
Los sureños
no entienden que la historia la escriben siempre los vencedores y, ellos,
aunque no lo sepan, están siempre del
lado de los derrotados que los condena a la miseria y a las colas del
paro. Si hay algo
que comparten los andaluces con los catalanes es su apego a la derrota. Si hay
algo que los diferencia es que los primeros sufrieron el franquismo y, los
segundos aprovecharon el régimen para hacer pasta. Los catalanistas entendieron que Franco era
mucho mejor para sus negocios que echarse en brazos de los comunistas. Los
andalucistas nunca entendieron nada de nada.
El drama
catalán tiene su origen en una gran manipulación de su historia. La tragedia
andaluza se basa en la poca capacidad de discernir que el sur sigue siendo un
decorado en cartón piedra para mayor gloria del cine franquista. Ese Nodo que
tiene a Canal Sur como gran heredero.
La
muchachada independentista no necesita que el Estado mande ningún tanque, la
derrota les viene siempre porque sus padres y abuelos siempre han preferido los
negocios de la familia. Los andaluces tampoco precisan hacer nada
extraordinario para su vencimiento. Les basta con ser andaluces del régimen y
fardar de ello. Gobernará Susana Díaz porque se saben parias de la España
autonómica y les encanta esa condición.
Andaluces y
catalanes viven inmersos en esa gran derrota a la que tanto aman. Viven de las
ilusiones que venden sus respectivos canales autonómicos sin saber, pobre de
ellos, que hasta las muñecas hinchables de los Sex Shops son más realistas por
aquello de que siempre dicen que “por el culo no”.
Yo no quiero
tener razón, quiero ganar. Sentarme a la derecha del padre y tener piedad
cristiana con los vencidos. Ya tendré tiempo de sentarme a escribir la historia
cuan Julio Cesar con su Bellum Gallicum.
De momento, me conformo con una visión mágica desde la sinuosidad de la
playa cuyas olas en primavera no hacen tiritar a los marineros. La noche, muy
pronto, se va a poblar de estrellas como brillantes salpicaduras. A veces, lo
juro, parecen reírse de todos los perdedores.
Sergio Calle
Llorens
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