sábado, 21 de septiembre de 2013

SER CONSECUENTE

Muchos de mis seguidores dicen que, con los años, me voy amariconando en las críticas. Otros, en cambio, les mola el hecho de que mis textos sean más sutiles. La verdad es que nunca llueve a gusto de todos. Lo que no cambia es la cantidad de amenazas e insultos que recibo a diario. Es curioso pero muchos de los que me acusaban de dureza, no les importó que el director de deportes de la cadena Ser- Justo de inteligencia Rodríguez- retuiteara amenazas de grupos radicales hacia mi persona. Vaya, no me llegó ni un solo mensaje de solidaridad. Así que por favor, no se enfaden conmigo cuando se me vaya la mano en algún artículo. A veces pierdo la paciencia, pero intento ser coherente con lo que pienso

Escribir sobre la República Bananera de Andalucía es la mejor terapia que he encontrado para no tirar la toalla y, en la medida de lo posible, luchar contra la corrupción de las tierras del sur. Lo que pasa es que a veces es durísimo tener que justificarte a cada paso. En cualquier caso, acepto la crítica, faltaría más, aunque estaría bien algo de coherencia al practicarla. Cuando hablo de coherencia quiero decir que si un tipo apoya que se asalten las fincas de los ricos, a mi no me parece muy bien, pero pido que se sea coherente y se diga que lo mejor sería apoyar también el asalto de las grandes fincas de Bono y Felipe González. Recientemente, una mujer muy de izquierdas me decía que para ella todos los partidos políticos son iguales pero que, en la medida de los posible, defendía la enseñanza pública. De ahí que acudiera a todas las manifestaciones a favor de es bien común. Eso sí, la señora en cuestión, muy maja por cierto, jamás ha osado participar en una demostración pública contra las políticas educativas de la Junta de Andalucía que, como todos sabemos, son las peores de todo el continente. Tampoco me supo explicar muy bien la causa por la que todos los líderes de La Garduña socialista mandan a sus hijos a estudiar a colegios privados carísimos. Y en las comilonas de los sindicalistas tampoco quiso entrar la susodicha. Creo que lo último que me dijo es que me volviera a mi segundo país; Dinamarca.

Ser consecuente es muy importante en la vida. De hecho cada vez que practicamos lo que predicamos, estamos mandando un mensaje diáfano a las nuevas generaciones. Les pongo un ejemplo; una nacionalista catalán habla de patriotismo y de luchar contra España. Sin embargo, según las últimas revelaciones del Diario El Mundo sobre la fortuna de la familia Pujol, podemos preguntar lo siguiente: ¿Capital de Cataluña? La mayoría en Suiza. Algo semejante pasa con Andalucía cuya capital está en algún lugar de Marruecos o en Gibraltar. Quiero decir que no basta con decir que uno ama a su patria y darse golpes de pecho para, inmediatamente después, llevarse todo el dinero a un paraíso fiscal. Los nacionalistas vascos, escarmentados del plan Ibarretxe, han optado por seguir con su concierto vasco y dejarse de aventuras. Y viven magníficamente bien. Además, se rumorea de que miembros del PNV conocen que si el País Vasco se independizase, follarían mucho menos, especialmente con esas mujeres vascas tan horrorosas que tienen. En otras palabras, han optado por ser consecuentes. Con España están mucho mejor.

El mundo es una jaula de grillos y es mejor dejarlo correr. España, en cambio, es un lugar muy agradable para vivir llena de escorpiones venenosos dispuestos a picarte si disientes de cualquiera de sus opiniones. Ya no les hablo sólo de la gente que se dedica a la política, sino a los ciudadanos de a pie. Incluso rechazar los intentos de acercamiento de cualquier Mantis Religiosa, se convierte en un deporte de riesgo. Basta un simple no para que la dama en cuestión se te ponga flamenca  y, te acuse a continuación de ser de la otra acera. En realidad, yo sólo pido un rinconcito en el mundo para que nadie venga a adoctrinarme con sus ideas o, en su defecto, unas buenas piernas para huir de esos proyectistas profesionales o de esas arpías.

Predicar con el ejemplo es una cosa muy bella. Alejarse del a Dios rogando y con el mazo dando. Rechazar a esos hombres que van de religiosos y que tras una dura jornada de trabajo se van de picos pardos con aflautadoras de miembros profesionales. Escuchar más y hablar menos. Reflexionar antes de abrir la boca y disipar todas las dudas sobre la  estupidez del sujeto hablante. Aceptar que uno puede estar equivocado. Y, finalmente no desearle la muerte a nadie en ningún caso. Mis críticos y seguidores, en definitiva, me otorgan un poder que no tengo. Más quisiera que fuera así para poder cambiar algo pero soy un humilde cronista. No me den tanta importancia. Sencillamente no la merezco. No hay nada más bello que la discrepancia y, si además puedo sacarles una sonrisa de vez en cuando, haremos un sitio mejor de este desastroso mundo. Yo no soy el enemigo. Piénsenlo y actúen en consecuencia.

Sergio Calle Llorens


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