Muchos de mis seguidores dicen que, con los años, me voy
amariconando en las críticas. Otros, en cambio, les mola el hecho de que mis
textos sean más sutiles. La verdad es que nunca llueve a gusto de todos. Lo que
no cambia es la cantidad de amenazas e insultos que recibo a diario. Es curioso
pero muchos de los que me acusaban de dureza, no les importó que el director de
deportes de la cadena Ser- Justo de inteligencia Rodríguez- retuiteara amenazas
de grupos radicales hacia mi persona. Vaya, no me llegó ni un solo mensaje de
solidaridad. Así que por favor, no se enfaden conmigo cuando se me vaya la mano
en algún artículo. A veces pierdo la paciencia, pero intento ser coherente con
lo que pienso
Escribir sobre la República Bananera
de Andalucía es la mejor terapia que he encontrado para no tirar la toalla y,
en la medida de lo posible, luchar contra la corrupción de las tierras del sur.
Lo que pasa es que a veces es durísimo tener que justificarte a cada paso. En
cualquier caso, acepto la crítica, faltaría más, aunque estaría bien algo de
coherencia al practicarla. Cuando hablo de coherencia quiero decir que si un
tipo apoya que se asalten las fincas de los ricos, a mi no me parece muy bien,
pero pido que se sea coherente y se diga que lo mejor sería apoyar también el
asalto de las grandes fincas de Bono y Felipe González. Recientemente, una
mujer muy de izquierdas me decía que para ella todos los partidos políticos son
iguales pero que, en la medida de los posible, defendía la enseñanza pública.
De ahí que acudiera a todas las manifestaciones a favor de es bien común. Eso
sí, la señora en cuestión, muy maja por cierto, jamás ha osado participar en
una demostración pública contra las políticas educativas de la Junta de Andalucía que, como
todos sabemos, son las peores de todo el continente. Tampoco me supo explicar
muy bien la causa por la que todos los líderes de La Garduña socialista mandan
a sus hijos a estudiar a colegios privados carísimos. Y en las comilonas de los
sindicalistas tampoco quiso entrar la susodicha. Creo que lo último que me dijo
es que me volviera a mi segundo país; Dinamarca.
Ser consecuente es muy importante en la vida. De hecho cada
vez que practicamos lo que predicamos, estamos mandando un mensaje diáfano a
las nuevas generaciones. Les pongo un ejemplo; una nacionalista catalán habla
de patriotismo y de luchar contra España. Sin embargo, según las últimas
revelaciones del Diario El Mundo sobre la fortuna de la familia Pujol, podemos
preguntar lo siguiente: ¿Capital de Cataluña? La mayoría en Suiza. Algo
semejante pasa con Andalucía cuya capital está en algún lugar de Marruecos o en
Gibraltar. Quiero decir que no basta con decir que uno ama a su patria y darse
golpes de pecho para, inmediatamente después, llevarse todo el dinero a un
paraíso fiscal. Los nacionalistas vascos, escarmentados del plan Ibarretxe, han
optado por seguir con su concierto vasco y dejarse de aventuras. Y viven
magníficamente bien. Además, se rumorea de que miembros del PNV conocen que si
el País Vasco se independizase, follarían mucho menos, especialmente con esas
mujeres vascas tan horrorosas que tienen. En otras palabras, han optado por ser
consecuentes. Con España están mucho mejor.
El mundo es una jaula de grillos y es mejor dejarlo correr.
España, en cambio, es un lugar muy agradable para vivir llena de escorpiones
venenosos dispuestos a picarte si disientes de cualquiera de sus opiniones. Ya
no les hablo sólo de la gente que se dedica a la política, sino a los
ciudadanos de a pie. Incluso rechazar los intentos de acercamiento de cualquier
Mantis Religiosa, se convierte en un deporte de riesgo. Basta un simple no para
que la dama en cuestión se te ponga flamenca
y, te acuse a continuación de ser de la otra acera. En realidad, yo sólo
pido un rinconcito en el mundo para que nadie venga a adoctrinarme con sus
ideas o, en su defecto, unas buenas piernas para huir de esos proyectistas
profesionales o de esas arpías.
Predicar con el ejemplo es una cosa muy bella. Alejarse del
a Dios rogando y con el mazo dando. Rechazar a esos hombres que van de
religiosos y que tras una dura jornada de trabajo se van de picos pardos con
aflautadoras de miembros profesionales. Escuchar más y hablar menos.
Reflexionar antes de abrir la boca y disipar todas las dudas sobre la estupidez del sujeto hablante. Aceptar que uno
puede estar equivocado. Y, finalmente no desearle la muerte a nadie en ningún
caso. Mis críticos y seguidores, en definitiva, me otorgan un poder que no
tengo. Más quisiera que fuera así para poder cambiar algo pero soy un humilde
cronista. No me den tanta importancia. Sencillamente no la merezco. No hay nada
más bello que la discrepancia y, si además puedo sacarles una sonrisa de vez en
cuando, haremos un sitio mejor de este desastroso mundo. Yo no soy el enemigo.
Piénsenlo y actúen en consecuencia.
Sergio Calle Llorens
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