Hay
bandas que suenan a una época, y luego están aquellas que definen una era. Los
Ilegales no son solo una banda, son una actitud, un bofetón en la cara de lo
políticamente correcto, un acorde afilado que resuena desde los años ochenta y
que aún hoy sigue electrizando a los que se atreven a escuchar. Y en el
centro de esa tormenta musical, un hombre: Jorge Ilegal. Sarcástico,
brutalmente honesto, dueño de una voz que arrastra la rabia de varias
generaciones y de una guitarra que escupe electricidad.
Hablar de Jorge Martínez es hablar de la incorruptibilidad del
rock. En tiempos en los que el panorama musical parece un parque
temático de lo prefabricado, donde los artistas son productos de fábrica y las
canciones se diseñan en despachos en lugar de en tugurios, Jorge sigue
disparando con bala. Lo hace con sus letras, crudas, corrosivas, cargadas de
desencanto y mala leche, pero también con su forma de estar en el escenario:
sin trampa ni cartón. Mientras otros necesitan del auto-tune para afinar una
melodía, Los Ilegales han demostrado que el rock solo necesita actitud y saber
tocar. Porque si algo hay que dejar claro en este homenaje es que Ilegales
jamás han sonado mal en directo.
Desde aquel primer disco homónimo de 1983, con trallazos como
"Tiempos nuevos, tiempos salvajes" o "Yo soy quien espía los
juegos de los niños", hasta su último trabajo, cada
canción de Los Ilegales es una lección de rock sin concesiones. Punk sin pose,
rock and roll sin edulcorantes, letras que huelen a puñetazo en el estómago. En
"El Norte está lleno de frío" Jorge nos canta sobre la desolación, en
"Agotados de esperar el fin" sobre el nihilismo de una juventud
desencantada, y en "Hola Mamoncete" deja claro que la
irreverencia nunca se pierde con la edad.
Mientras
los festivales de hoy se llenan de "artistas" que dependen de una
base pregrabada y efectos visuales para llenar el vacío de su falta de talento,
Los Ilegales siguen ahí, girando, atronando, recordándonos que el rock no ha
muerto, sino que lo han intentado matar a base de mediocridad. Su directo
es una prueba de resistencia para quienes creen que la música debe ser domada.
En un mundo donde los escenarios parecen pasarelas de influencers, Jorge
Martínez sigue siendo el último forajido de la carretera.
¿Quién
más puede presumir de una carrera de más de cuarenta años sin haber bajado la
guardia? Pocos, muy pocos. Pero ahí sigue Jorge, con su ironía filosa, su
desprecio por lo superfluo, y su capacidad de escribir letras que, a pesar del
paso del tiempo, siguen siendo dagas en la conciencia de quien las escucha. Los
Ilegales no solo son un grupo de rock: son un refugio para quienes aún creen en
la autenticidad, en la furia controlada de una guitarra que escupe fuego y en
la poesía sucia de las calles.
Así que levantemos el vaso y brindemos por Jorge y Los Ilegales. Porque
en un mundo de cartón piedra, ellos siguen siendo dinamita. Porque mientras
haya un amplificador encendido y un acorde de Los Ilegales retumbando en algún
garito, el rock aún no ha dicho su última palabra.
Sergio Calle Llorens
No hay comentarios:
Publicar un comentario