Porque, como
dice la canción, escribo igual que sangro, porque sangro todo lo que escribo. Y
escribir, ya se sabe, es meterse en problemas. Ya me lo advertía mi padre: “tu
pluma será tu salvación o tu condena”. Mi madre también había observado mi
talento para usar la palabra y para el dominio de lenguas. De hecho, paso de
unas a otras sin demasiado esfuerzo. Después de todo, todo aquel que escribe
mal piensa peor. Al poner negro sobre blanco he ido desnudando mi alma dejando
entrever que en mi mar se esconden muchos barcos hundidos. He intentando
alejarme de este vicio de la escritura, pero me es imposible.
Escribo porque es lo que soy. Escribo porque ella
se fue por lo que no fui ni seré nunca. Escribo porque mi pluma es mi espada y
con el florete soy todavía más peligroso. Escribo en un océano de incorrección
política buscando el adjetivo correcto. Escribo al alba y en la atardecida porque las
noches se me hacen muy largas con gente tan corta. Escribo porque hay
demasiados huecos en la mesa en las fiestas. Escribo porque lo mejor del sol es
el brillo de la luna y necesito contarlo. Escribo porque espero que mi mala fama salve mi
reputación. Escribo porque sigo sin entender que haya tanta gente que se
acuerde de tomar las pastillas para la memoria. Escribo tirando de memoria que es como pedir
explicaciones a los muertos.
Escribo, en
definitiva, para diferenciarme de los iletrados que se ofenden por cada una de
mis letras. Escribo: ¿a usted qué coño le importa?
Sergio Calle Llorens
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