Málaga es
el único lugar de España donde hay tres núcleos de población judía; la capital,
Torremolinos y Marbella. Gracias a este singular pueblo
comencé a aprender los arcanos de la cábala que me llevaron a deambular por las
calles de Toledo y Venecia. En arameo las veintisiete letras tienen
además un valor numérico, del 1 al 9, del 10 al 90 y del 100 al 900, de modo
que los números pueden leerse como palabras, y las palabras tienen un valor
numérico. En el Pentateuco hay un mensaje cifrado que alumbra el acceso a un conocimiento superior.
Esta, y no otra, es la base de la cábala de la que era padre mi paisano Ibn
Ben Gabirol. Leyéndola, comprendí
entonces el destino del hombre que también está escrito en las estrellas. Yo,
al igual que Corto Maltés en la Serenísima, me negué a aceptar el mío y
me alargué la línea de la vida con una navaja. A su lado caminé para llegar al
puente de las Maravillas, la calle del Amor y la vía de los Marranos para
abrazar la magia del relato bíblico que se hizo templo del gran Salomón.
Tal vez me gustaría ser parte de un grupo de elegidos que conocen los secretos
del universo mientras el resto del planeta duerme. Pero no soy aceptado o,
mejor dicho, yo hago todo lo posible para que no me acepten en ningún colectivo. En cualquier caso, la pertenencia a una
sociedad secreta, que, de entrada, no pone en cuestión ni la religión ni el
orden público, no reporta más ventaja que la de gozar de una relación
privilegiada con otros miembros que pueden ayudar al ascenso en la escala
social. Ese es el objetivo de la
pertenencia a cualquier logia.
Ciertamente conocer el nombre secreto de Dios- el shem shemaforash-
podría dar ciertas ventajas. El estudio de números y letras es esencial en
estas orillas del Mediterráneo donde nació la filosofía, el monoteísmo y hasta
la democracia.
Málaga, que
es más fenicia que judía, ve recortada la imagen de la luna en sus aguas a la
espera de que otros se animen a caminar por las plazuelas secretas de su pasado
hebreo. Hablando de ello en una noche de luna, Hizapia se atrevió a
preguntarme
-
¿Profesa
usted alguna religión?- cargó la cuestión en la noche.
-
No-
le contesté al tiempo que mi imagen se recortaba en un soportal bajo la luz de
un faro.
-
¿Entonces
no es usted francmasón?- quiso saber.
-
¡
No. Yo soy francmarino. Y eso debería explicarlo todo de mí!
Estas olas,
que transportan enigmas a las orillas donde se bañan mujeres de muslos
mordisqueables, conocen el número de la bestia que quiere apartarnos de nuestro
destino. Aquí hay sabiduría. El que tenga entendimiento, que calcule el número
de la bestia, porque es la cifra del maligno para cualquier malagueño de bien.
אנדלוסיה
Sergio Calle Llorens
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