Para todos aquellos que ya peinamos canas, Stranger Things es una vuelta a la
década de los ochenta. Un paseo por los misterios de la adolescencia. Un guiño
a aquellas máquinas de dos ruedas que, colocadas en la valla de casa a la luz
de la luna, inmortalizaban unas vivencias llenas de libertad porque, entre
otras cosas, te trasportaban lejos de todo y de todos. Sin
cortes, sin cortarnos y sin coitus
interruptus. No había teléfonos móviles, ni nadie que pudiera controlarnos.
Solo el camino plagado de ilusiones y de aventuras. Como en esa escena en la que Dustin está en las vías del tren
acompañado de Stephen Harrignton y en la que, por cierto, uno siente
que el tren de la vida puede descarriar en cualquier momento, sobre todo si no
te atreves a ponerlo en marcha.
La segunda temporada de la serie, mucho más oscura que la
primera, nos ha vuelto a recordar a todos quienes éramos y de dónde venimos
culturalmente hablando; triángulos amorosos al estilo de John Hugues- véase Pretty in Pink- guiños constantes a Stephen King, incluso con la
introducción de una chica pelirroja que conecta con la niña de It de la que todos estaban secretamente
enamorados en la novela, sin olvidarnos de Seven-
Millie Bobby Brown - una inglesa de Marbella-
Málaga que tiene doble nacionalidad británica y española- cuyos poderes
telequinésicos remontan a Carrie del
maestro del terror. También the Upside world contiene unos
monstruos que recuerdan a los de Tiburón
pero en tierra. Criaturas diabólicas hermanadas con los Gremlins. Por cierto, David Harbour en su papel de Hopper y Winona Ryder como madre del
atormentado Will, destacan de una
forma sublime. Sin olvidarnos, claro está, de Gaten Matarazzo como Dustin.
Solo me ha chirriado el episodio siete de la segunda temporada donde se
presenta a la hermana de Seven. Y es
que parecía más una continuación de la película The Warriors que una contribución necesaria en el desarrollo de los
acontecimientos posteriores. Tampoco ha
quedado muy logrado el personaje de Billy
Hargrove, el psicótico hermano de Max-
cuya aportación a la nueva temporada es la introducción de un villano capaz de
moverse en un mundo que percibe hostil y peligroso. Dicho lo cual, es de
agradecer que quedase reflejado el origen de su alma perversa y corrompida.
En verdad, The Duffer
Brothers vuelven a regalarnos una obra coral de ciencia ficción con tintes
de terror de la que estará orgulloso hasta el mismísimo John Carpenter. Y todo con una banda sonora potentísima en la que
destaco dos canciones que sirven de despedida a la saga; la primera es “Twist of fate” de Olivia Newton John que parece decirnos, con la ayuda inestimable de
las imágenes del baile final, que everything
will turn out all right para todos los personajes. La segunda es el “Every breath you take” del grupo inglés
The Police, con la frase que queda
suspendida al final del episodio; “I`ll
be watching you” bajo un cielo cárdeno y amenazante. Y es que esas fuerzas malignas que parecen querer engullir el pueblo de Hawkins seguirán
observando el mejor momento de lanzar un nuevo ataque. Hasta entonces, a los fieles seguidores de la serie solo nos
queda volver a ver los capítulos de un tiempo en el que la felicidad consistía en
pedalear con fuerza hacia la libertad en compañía de aquellos a los que
llamábamos amigos.
Sergio Calle Llorens
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