Odio tener
razón, sobre todo en todo lo relacionado con el gobierno de la república
bananera de Andalucía y, sin embargo todo es tan previsible que no hay que ser
Nostradamus para profetizar correctamente que todo lo que toca la Junta termina en
desastre. Recuerdo que vaticiné que
Susana Díaz dejaría a los alumnos de las Escuelas de hostelería la Cónsula y la
Fonda. Y una vez más, esos diez días que prometió la de Triana para que los
profesores cobraran, han sido una nueva mentira más.
Sí
pronostiqué que una vez metido el embuste en la vagina malagueña, los
socialistas se olvidarían de lo prometido. Y ya ven tres años de incertidumbre,
de falsas promesas, de nóminas atrasadas. Hoy los profesores de la que fueron
las dos Escuelas de hostelería de España afirman haber perdido toda la fe en la
Junta de Andalucía y ya no pueden más. En verdad emociona ver que todavía hay
criaturas que creen en el ratoncito Pérez. Empero, este humilde cronista les
adelantó el desenlace y no como afirma la Opinión de Málaga por la burocracia
de la Junta sino porque, evidentemente, el gobierno socialista no puede tolerar
que haya grupos de jóvenes que se den cuenta que lejos de la miseria
autonómica hay un futuro esplendoroso.
Málaga lleva demostrando demasiado tiempo que su
modelo basado en la iniciativa privada y en el emprendimiento funciona. Un modelo alejado de las dádivas del poder andaluz.
Un prototipo en el que se prima la excelencia pese a todo. Un espejo en el que
debería mirarse Andalucía para abandonar el mal de los señoritos. La Cónsula y
La Fonda eran parte de esa forma de entender el trabajo bien hecho. Sin excusas
y sin límites mentales. El viejo sueño de ser los mejores hasta que llegó la
Junta y mandó parar.
Ahora ni
alumnos, ni mucho menos los profesores, pueden asegurar que vayan a comenzar el
curso en septiembre como yo les había anunciado tantas veces. Es una lástima
que esos mismos profesionales se fiaran más de las falsas promesas de una
institución que habló de “la hora de Málaga” pero que olvidó añadir “para ser
ejecutada”.
No debería
ser ningún secreto que la única opción que le queda a Málaga es constituirse en
Comunidad Autónoma Uniprovincial y, de paso, mandar a paseo a esta pandilla de
tarados que compone el gobierno de la taifa andaluza. El problema es que no hay
peor ciego que el que no quiere ver. Tan ciegos como los damnificados de las
dos Escuelas de Hostelería malagueñas. Personas capaces de sentarse a la mesa
con la mafia de la secta del capullo. Y es que hay gente que no aprenderá, ni
en mil años, que tenemos al enemigo sentado a nuestra mesa.
Diez días
dijó Díaz y las carcajadas se escucharon en todos los rincones del universo.
Odio tener razón.
Sergio Calle
Llorens
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