Los
andalucistas obtuvieron 60.000 votos en las últimas elecciones celebradas en la
taifa. Un resultado que traducido en asientos en el parlamento es de un cero
patatero. Y es que con un 1,53% de los sufragios, esta pandilla de incapaces ha
vuelto a comprobar que sus propuestas interesan tanto como la vida sexual del
somormujo; nada. Empero, lejos de venirse abajo, los seguidores del tarado
de Blas Infante vuelven a la carga con
un nuevo planteamiento; La España Federal. Dejando a un lado el hecho de que
una formación política que lleva implantando en el sur media hora y, nacida en
Barcelona haya obtenido 368988 votos, lo relevante es que se lancen a proponer
algo cuando ellos son la más inmensa nadería. Además; ¿quién les ha dado
permiso? ¿En nombre de qué pueblo hablan?
Como ya he
explicado en alguna ocasión, el andalucismo me produce, además de arcadas, una
enorme pereza. Es como volver a casa y encontrarme los platos sin fregar. Y
aunque es un fregado meterme con esta lamentable secta, la verdad es que me
congratulo que solo 6664 malagueños hayan optado por esta opción tan
cochambrosa. Un 0,99% del censo. Y a pesar de ello, cada vez que les recuerdo
sus paupérrimos resultados y, la poca querencia que les tenemos a orillas del
mediterráneo, los andalucistas siempre reaccionan afirmando que gracias a mis
artículos- porque yo soy un nacionalista español- su movimiento será imparable.
Es una cantinela que llevan repitiendo en la última década sin que, de momento,
los Nostradamus arabistas hayan visto cumplidas sus terribles profecías.
Es evidente
que los sabios hablan porque tienen algo que decir y, por supuesto, los tontos
porque tienen que decir algo. Los andalucistas parlotean para romper ese
incómodo silencio que susurran las olas: eternos perdedores. Cabrilleo que
musita que el trapo verdiblanco es el símbolo
de aquellos que nuestros antepasados vencieron hace ya muchas lunas.
Los líderes
andalucistas deberían dedicarse a otros menesteres más productivos y, en
consonancia con su talento; limpiar piscinas, bailar para los turistas, recoger
la basura y, de paso, colaborar con el departamento de psiquiatría de la
Universidad de Málaga. Los del PA
deberían pensar que si bien de momento sus taras mentales no tienen cura de
momento, su colaboración con los psicólogos puede servir, y mucho, para encontrar una solución a medio plazo. De
hecho, estamos a punto de erradicar esa enfermedad llamada andalucismo. Si
quieren federarse con alguien, la Federación de monos de Gibraltar se muere de ganas de unirse a sus iguales.
Sergio Calle
Llorens
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