Desconozco
si el deporte rey se llama así porque tiene más seguidores o porque la afición,
como la corona, es la herencia que va de padres a hijos. El caso es que en la
declinación ideal de la tarde oigo una conversación junto a la Malagueta. Allí
dos señores discuten sobre las últimas ventas del Málaga C.F. Nada menos que
las tres perlas de la cantera. Hay que hacer frente a unos pagos, dice uno. Y
el otro, aturdido, le responde que el dueño del club debería vender sus
acciones cuanto antes. El problema, pienso yo, es que ni el mismísimo Jeque
sabe si sería buena acción deshacerse de ellas, cuando existe la posibilidad de que no
fueran suyas.
Sea como
fuere, el problema es el concepto que tienen los lugareños de la palabra jeque.
Un árabe que tiene turbante y que lo paga por que su fortuna es tan grande que,
indefectiblemente, ha de gastarla en algo. Ninguno ha escuchado que la
etimología de la palabra viene a ser anciano que luego dio lugar a noble, líder
y venerable. No creo descubrir la pólvora al desvelar que el dueño del club de
la Capital de la Costa del Sol no reúne ninguna de esas características. Él
vino aquí a ganar dinero y, tras un gran desembolso inicial que estuvo a punto
de meter al Málaga en las semifinales de la liga de campeones, cerró el grifo y
si no vende es porque no puede o no le dejan. La consecuencia de todo este
embrollo es que tiene al personal soliviantado aunque el levante esté a estas horas de
descanso. A día de hoy no hay un solo periodista que haya podido explicar, sin
hacer el ridículo, que se cuece en la mente del qatarí y mucho menos el negro
panorama que le espera a la institución.
Al Thani
arribó a hacer dinero de la mano de grandes hombres de la Junta de Andalucía y
eso, cuando menos, debió hacer saltar todas las alarmas. Pensemos que no hay
nada bueno que nos haya llegado de esos que practican el latrocinio
institucionalizado. Empero, todavía hay muchos paisanos que siguen creyendo en
los Reyes Magos y el jeque es sinónimo de oro y mirra. Y mira que les dije que
esto no iba a funcionar. Desgraciadamente a un servidor se le oye pero no se le
escucha. Ya me pasó cuando advertí del peligro de pertenecer a la dichosa
autonomía del sur. Ya me ocurrió cuando señalé a los enemigos que tenía el
club. El resultado, desgraciadamente, siempre ha sido el mismo. No obstante, y
aunque no me congratulo por ello, el tiempo ha terminado por darme la razón.
Hoy es un
buen día para recordar que la última vez que escribí sobre el club de nuestros
amores, me llovieron hasta amenazas de muerte. Desde entonces he usado mi pluma
para otros menesteres pero, aprovechando la ocasión, quiero decir que jeque no
significa venerable anciano sino jaque mate. Lloremos.
Sergio Calle
Llorens
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