Por todo el
mundo occidental las ciudades están repletas de puentes en los que miles de
enamorados colocan unos candados. Y qué quieren que les diga; yo no lo
entiendo. La palabra candado, antes cadnato, viene del latín catenatum y esta
de catena. Según Joan Corominas la semántica se explica por el hecho de que
antes los portales de las casas se cerraban con una cadena. Realmente ese
instrumento sirve para encerrar y yo, con todos los respetos, no comprendo que
una relación se base en la idea de enchironar
a otro ser humano. Puede que el invento simbolice que ese amor está encerrado
en sus corazones pero, no deja de ser una solemne majadería.
El mejor
best-seller de la historia es el libro de quejas. Especialmente de aquellos
encarcelados en la dictadura de una relación. Además la civilización es la
victoria de la persuasión sobre la fuerza y, por más candado que se intente
poner al campo del amor, siempre habrá una puerta por la que hacer de Houdini. Para ser precisos; no hay mejor cosa que la libertad de no tener
que dar explicaciones a nadie.
Un candado
es una cerradura maldita que se usaba en los cinturones de castidad. Una
cerradura perversa que no sirve de nada en casos de urgencia uterina. Un
pasador que se pasa el personal por la entrepierna. Un esperpento que usado en términos
amatorios, conduce al más espantoso de los ridículos Por otra parte, me viene a
la memoria aquello de que el grado de civilización se mide por la forma en que
se trata a los prisioneros. Y con todos los casos de violencia contra las
mujeres, la verdad, la pura verdad es que el candado es el símbolo de los
tarados que humillan a sus reos. Asimismo cuando se ama de veras, hay que dejar
que el objeto de nuestros desvelos vuele aunque sea en compañía de otro gavilán. Esta
actitud también es muy recomendable para las señoras que, aunque no pongan
candados en los viaductos, si ponen denuncias falsas para que sus hombres
terminen confinados en un frío calabozo.
El amor
es como el genio de la lámpara que, por
más tiempo que pase encerrado, al final siempre vendrá algún gracioso a darle
la libertad. Sencillamente el tapón nunca es suficiente. Es menester, supongo,
entender a esas almas cándidas que viven el primer amor y que conmovidos por
una fuerza irracional, colocan el candadito de los cojones en un puente
emblemático de su ciudad. Empero, las criaturas que pasada la treintena siguen
dando por saco con el candado en los puentes, mejor se tiraban de alguno de
ellos.
La ironía de
esta moda pasajera es que, como todas, está basada en la lógica de Perogrullo.
El populacho imita a los demás como las viejas palanganeras de canal sur a las
pilinguis de Gran Hermano. Todo el asunto, que a mí me produce tanto malestar como
la ingesta de una cerveza sin alcohol, podría solucionarse con la retirada
masiva de los candados y, a cambio, se entregaría a los enamorados un cerebro
de tití. Y es que hasta el tata sabe que ante la estupidez los mismos Dioses
luchan en vano.
Sergio Calle
Llorens
jajajaja asi es. Dicho más fácilmente, todos con todos!!
ResponderEliminarA ver que yo soy profundamente lesbiana. No nos equivoquemos. Un abrazo.
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