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martes, 23 de junio de 2015

CANDADOS


Por todo el mundo occidental las ciudades están repletas de puentes en los que miles de enamorados colocan unos candados. Y qué quieren que les diga; yo no lo entiendo. La palabra candado, antes cadnato, viene del latín catenatum y esta de catena. Según Joan Corominas la semántica se explica por el hecho de que antes los portales de las casas se cerraban con una cadena. Realmente ese instrumento sirve para encerrar y yo, con todos los respetos, no comprendo que una relación se base en la idea  de enchironar a otro ser humano. Puede que el invento simbolice que ese amor está encerrado en sus corazones pero, no deja de ser una solemne majadería.
El mejor best-seller de la historia es el libro de quejas. Especialmente de aquellos encarcelados en la dictadura de una relación. Además la civilización es la victoria de la persuasión sobre la fuerza y, por más candado que se intente poner al campo del amor, siempre habrá una puerta por la que hacer de Houdini.  Para ser precisos;  no hay mejor cosa que la libertad de no tener que dar explicaciones a nadie.
Un candado es una cerradura maldita que se usaba en los cinturones de castidad. Una cerradura perversa que no sirve de nada en casos de urgencia uterina. Un pasador que se pasa el personal por la entrepierna. Un esperpento que usado en términos amatorios, conduce al más espantoso de los ridículos Por otra parte, me viene a la memoria aquello de que el grado de civilización se mide por la forma en que se trata a los prisioneros. Y con todos los casos de violencia contra las mujeres, la verdad, la pura verdad es que el candado es el símbolo de los tarados que humillan a sus reos. Asimismo cuando se ama de veras, hay que dejar que el objeto de nuestros desvelos vuele  aunque sea en compañía de otro gavilán. Esta actitud también es muy recomendable para las señoras que, aunque no pongan candados en los viaductos, si ponen denuncias falsas para que sus hombres terminen confinados en un frío calabozo.
El amor es  como el genio de la lámpara que, por más tiempo que pase encerrado, al final siempre vendrá algún gracioso a darle la libertad. Sencillamente el tapón nunca es suficiente. Es menester, supongo, entender a esas almas cándidas que viven el primer amor y que conmovidos por una fuerza irracional, colocan el candadito de los cojones en un puente emblemático de su ciudad. Empero, las criaturas que pasada la treintena siguen dando por saco con el candado en los puentes, mejor se tiraban de alguno de ellos.
La ironía de esta moda pasajera es que, como todas, está basada en la lógica de Perogrullo. El populacho imita a los demás como las viejas palanganeras de canal sur a las pilinguis de Gran Hermano. Todo el asunto, que a mí me produce tanto malestar como la ingesta de una cerveza sin alcohol, podría solucionarse con la retirada masiva de los candados y, a cambio, se entregaría a los enamorados un cerebro de tití. Y es que hasta el tata sabe que ante la estupidez los mismos Dioses luchan en vano.

Sergio Calle Llorens

2 comentarios:

  1. jajajaja asi es. Dicho más fácilmente, todos con todos!!

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    1. A ver que yo soy profundamente lesbiana. No nos equivoquemos. Un abrazo.

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