Los países anglosajones suelen ganar porque sus gobernantes temen a los intelectuales capaces de hacerles
caer. De ahí que se esmeren tanto. En Andalucía, en cambio, no existe una
intelectualidad digna de ser llamada como tal. Los articulistas son de clase
baja, o muy baja, y toda la crónica política se basa en la informentira que
esconde las miserias de la taifa del sur. En cada frase demuestran lo poco que
han viajado y, lo poco acostumbrado que
están al consumo de champagne francés. Un
desastre sin paliativos.
El problema regional también reside en la inexistencia de
sociedad civil crítica con el poder. Una gran mayoría de andaluces,
simplemente, desconoce como funciona el mundo y camina de derrota en derrota
hasta el final de los tiempos. Que sólo en Cádiz y en Málaga hayan tenido
círculos mercantiles desde tiempo inmemorial mientras el resto de territorios se
conformaba con los ganaderos, lo dice todo aunque gran parte no entienda nada
de lo que aquí dejo escrito.
Falta cultura con
mayúscula. Escasea la tensión por alcanzar cotas mayores. Manca finezza porque
la turba jamás ha entendido lo que significa andar por Vía Venetto pero, obviamente,
lo que sobran son los modelos sociales y culturales que vende Canal Sur.
La ausencia de liberalismo es total en las desgraciadas
tierras del sur. La política activa se basa en la subvención de observatorios, amigos, vagos
y maleantes y, mientras más subvenciones haya, más mísera será Andalucía. Las
tres últimas décadas deberían servir para huir del socialcretinismo que nos ha
llevado hasta aquí pero, el andaluz es de un empecinamiento infinito.
Colectivamente, los andaluces sólo son capaces de
vanagloriarse en romerías, fiestas y semanas santas. Individualmente las
agallas sureñas suelen menguar de la misma forma que desaparecen los efectos
del cubata. Hay una relación intensa entre nuestro estilo de vida y todas las
veces que hemos hincado la rodilla.
Si Andalucía fuese un
ejército se entregaría una y otra vez a que el General les llevase al matadero
una y otra vez. Si la taifa fuera un equipo de fútbol, jugaría en regional
preferente. Empero, Andalucía es una autonomía cuyos dirigentes sólo tienen
talento para meter la mano en la caja de los presupuestos. Dirigentes que salen
del pueblo y vaya pueblo.
Aquí, los abogados
piden que les pagues en negro. Los empresarios, nada más ganar tres duros, se
compran un coche para fardar entre los amigos. Los sindicalistas, que andan de
mariscada en mariscada, se ríen de esos mismos trabajadores a los que dicen
defender.
Mientras no digamos la verdad, Andalucía está condenada al
hundimiento. Y la certeza es que navegamos en un mar de falsedades. Seamos
francos aunque sea por una vez; el destino no hace visitas a domicilio y si
queremos asaltar esa nave que se llama triunfo, habrá que matar por ello o
morir en el intento. Ya lo dijo Wisnton Churchill; “no tengo nada que ofrecer
sino sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas”. De no entenderlo, nos espera un
infierno eterno y oscuro.
Sergio Calle Llorens
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