martes, 24 de marzo de 2015

´LA GARDUÑA II


Muy probablemente La Garduña nació en la ciudad de Toledo y tuvo sus ramificaciones en otras localidades. Sin embargo, en ningún otro lugar de España echó raíces como en Sevilla. Al socaire del Santo Oficio, la organización criminal se convirtió en su brazo ejecutor. Al contrario de lo que se puede pensar, la Santa Inquisición no era una institución tan poderosa y, en muchos casos, le resultaba ciertamente difícil actuar contra determinados individuos que eran demasiado poderosos.

 En un país obsesionado por la pureza de sangre, La Garduña comenzó a actuar con plena impunidad contra los judíos conversos y musulmanes convertidos a la fe católica. Finalizada la Reconquista, la organización criminal  comenzó  a ser vista con malos ojos por el poder político que no aprobaba sus métodos crueles y sádicos. En pleno siglo XVI, los precursores del KKK sufrieron el primer revés cuando la corte decidió que había llegado el momento de intervenir. Se llegó a plantear incluso una acción armada contra sus miembros pero éstos, sorprendentemente, se disolvieron de la noche a la mañana. Su paso a la clandestinidad supuso un antes y un después para la organización que reunida de forma solemne a orillas del Guadalquivir, se dio una constitución confidencial, y unos estatutos fundacionales con los que tomó su forma definitiva de sociedad secreta. En sus filas, los rufianes y criminales más peligrosos de la ciudad crearon la estructura final que tendría en los siglos posteriores.

 La Garduña estaba compuesta por soplones, fuelles, coberteras, sirenas, floreadotes, capataces y maestros. Como cualquier sociedad secreta tenía sus contraseñas y signos de reconocimiento entre sus innumerables miembros. Cuando un miembro se encontraba en compañía de desconocidos y quería saber si alguno de los presentes pertenecía a la organización, se colocaba el pulgar derecho por el lado izquierdo de la nariz. Si otro miembro de la hermandad se encontraba presente se acercaba a él y le susurraba una contraseña al oído, en respuesta a la cual se debía dar una nueva clave. En ese momento, para asegurarse de que no estaba ante un impostor, se procedía a un complejo intercambio de signos y apretones de manos, similar al adoptado después por los masones con el mismo objetivo.

 A pesar de sus orígenes racistas, los miembros de La Garduña no eran simplemente unos fanáticos de la limpieza de sangre cristiana sino, ante todo, una organización criminal de delincuentes dedicada a todo tipo de negocios ilícitos. Oficialmente, la sociedad secreta tuvo su final en 1822 con el ajusticiamiento de Francisco Cortina y dieciséis garduños en la ciudad de Sevilla por un caso que ya tendremos ocasión de relatar. Ha llovido mucho desde aquel lejano 25 de noviembre de 1822 y el enigma de La Garduña parece seguir envuelto en una neblina de misterio. Para muchos, la Garduña continuó existiendo debido a la honda raigambre de esta sociedad secreta. Para otros, la Camorra Napolitana y la Mafia Siciliana son herederas de la primera, no en vano ambas nacieron en territorios que en el pasado pertenecieron a la Corona española.

 En la propia Camorra, al igual que en La Garduña, el símbolo de reconocimiento entre sus miembros eran tres puntos tatuados en la palma de la mano. En verdad no se debe descartar este origen español de las mafias más famosas del mundo, empero a ningún investigador serio se le había ocurrido mirar en el lugar más elemental; en la propia casa, en el solar donde durante tanto tiempo señoreó la banda de La Garduña. Y de eso, querido lector, va este trabajo.

 La Garduña ha seguido activa bajo otra piel y con otras siglas en la capital de Andalucía. Una organización que comparte sus métodos, su organización, sus actividades criminales y que delinque con total impunidad y a plena luz del día. Esa organización no es otra que el PSOE andaluz. Soy consciente de que esta afirmación puede levantar ampollas en muchos sectores de la población, pero si usted me concede el beneficio de la duda, yo le demostraré que lejos de haber desaparecido, la hermandad de La Garduña sigue entre nosotros.

Huelga decir que la verdad que desvelo en el presente trabajo es ciertamente inquietante, y no por alarmante deja de ser cierta. No obstante el primer deber del ciudadano es la rebeldía contra el poder y, muy especialmente, ese deber se hace más fuerte cuando una pandilla de criminales, bajo la protección de la autonomía, vacía las arcas públicas que rellenan con sus impuestos los honrados empresarios y trabajadores. Con toda seguridad, este trabajo sufrirá los ataques habituales de los fanáticos del fraude en la región más pobre de España; Andalucía. Una región que lleva gobernada por una cofradía que prometió cien años de honradez pero no especificó cuando comenzaba.

La única diferencia entre La Garduña del pasado y la actual reside en que, increíblemente, sus miembros hoy gobiernan sobre todos los ciudadanos del sur con lo que sus tropelías y latrocinio se hacen a la vista de todos.

 Con una justicia domesticada y unos medios de comunicación sumisos y en posición genuflexa, la denuncia y la lucha contra esta organización se nos antoja hercúlea. Y es que la aparente disolución de los garduños para aparecer bajo las siglas de una agrupación política llamada “progresista”, es uno de los golpes maestros de nuestra más reciente historia. A muchos les parecerá una broma de mal gusto y, eso precisamente, es lo que es Andalucía en la actualidad, más que les pese a las señoras y señores que nos gobiernan. Pasemos pues a hablar de La Garduña moderna del sur. Y para ello, tomo prestadas las palabras de aquel detective literario que vivía en la londinense Baker Estrete.

 
“Una vez que has excluido lo imposible, lo que queda, por improbable que parezca, debe ser la verdad”.

 Sherlock Holmes
 
*Introducción a mi libro La Garduña que publiqué el año pasado.
 
Sergio Calle Llorens

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