Ayer subí a una red social unas fotos de unas mujeres junto a Albert
Rivera en un mitin celebrado en la Capital de la Costa del Sol. A los pocos
segundos, una amiga, por cierto, muy querida por mí, acusaba a los
simpatizantes de Ciudadanos de ser de las nuevas generaciones del PP. Aquel
comentario me puso muy contento porque he podido comprobar que el azote del
nacionalismo en Cataluña se ha convertido, y en muy poco tiempo, en un problema
tanto para la derecha como para la ultraizquierda que defiende mi amiga. Esa
que encarna Podemos con sus querencias bolivarianas que implican el cierre de
medios de comunicación, la cartilla de racionamiento y otras sandeces por el
estilo. Como Ciudadanos encarna ese deseo tranquilo de cambio, sus enemigos
tratan de etiquetarles como fachas, cachorros del PP o fascistas. Así que hoy
toca hablar de dos mujeres. Las dos son extranjeras. Las dos aman España. Las dos son de Ciudadanos. Y ambas conocen de
primera mano lo que significa la falta de libertad.
La primera se llama Birgitte y es natural de Dinamarca. De familia con
querencias bermejas, pasaba los veranos experimentando el infierno comunista.
De aquellas vivencias, su madre y su padrastro entendieron que aquello no
funcionaba. Incuso llegaron a descubrir que aquel tipo tan simpático de la RDA
con el que se carteaban en alemán, simplemente, no existía. La nórdica puede
asegurar que el comunismo representa uno de los virus más letales que recorre
este planeta. Ideológicamente hablando se podría decir que ha evolucionado
hacia la socialdemocracia y, de ahí a una especie de liberalismo light con el
que arribó a España. Aquí se casó y aquí sigue con sus hijos a los que les
gustaría heredaran un país mejor y, no dudó en afiliarse a ciudadanos como
garantía de esa esperanza. Dicho de otra manera, a Birgitte le gustaría que
España fuese como Dinamarca en términos políticos. Huelga decir que por sus
venas no corre ni una gota de radicalidad ideológica.
La segunda se llama Carolina y es venezolana. Se exilió en España
huyendo de otro averno, esta vez americano. Ni siquiera el mediterráneo podría
albergar todas las lágrimas que ha vertido esa valiente mujer por haber sido
obligada a marcharse de su bendita tierra. Y ella que es una mujer valiente, se
afinca en Cataluña y comienza a enfrentarse a los nacionalistas catalanes. Una
vez más, la ponen en la diana de los disidentes. Una vez más la acusan de todo.
La insultan y la vejan por denunciar este nacionalismo de campanario. Simpatiza
con Ciudadanos y se lleva otra andanada de improperios por parte de la filial
española de Podemos. Nuestra heroína,
pese a estar cansada, sigue luchando porque piensa que no podría aguantar otro
exilio. Además se siente más española que muchos españoles y, no hay nada
extremo en ella que no sea la belleza de su lucha por la libertad.
Birgitte y Carolina no se conocerán nunca. Empero, si se conocieran
encontrarían una en la otra a una hermana sin importar ni el origen, ni la
lengua, porque ambas aman la libertad con mayúsculas al ser Ciudadanas que
entienden la política como el arte de convencer pero que jamás, ni por asomo,
apostarían por eliminar al que piensa diferente. Mujeres incapaces de
comprender esa querencia tan española por los radicalismos Personalmente, me considero afortunado en contar con mujeres como ellas porque, sin duda, serían de las pocas que no dudarían en dar un paso al frente en el supuesto en el que Podemos impusiera en España su dictadura. Sí, ellas me darían las fuerzas necesarias para enfrentarme al pelotón de fusilamiento. Una vez muerto, doblarían las campanas por un servidor, pero ni aún así lograrían que ellas doblaran sus rodillas.
Sergio Calle Llorens
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