A levante el cielo era de azul potentísimo; a poniente la
luz tenía una suavidad verde y la mar estaba rizada por el viento. Las jabegas
paradas en la arena y en el ambiente flotando una melancolía mediterránea
exquisita. Reflexionaba sobre los últimos acontecimientos. Recordé a los que
han culpado a Israel. A los mismos que callan como putas por los asesinatos de
niños, hombres y mujeres cristianos en Siria o en Irak. En realidad, los
infantes palestinos les importan un carajo. A los de derecha y a los de
izquierda. Es el viejo sueño de Adolfito Hitler y su antijudaísmo militante en
el que los hebreos, según su parecer, sólo quedan bien en las cámaras de gas. Pobres
hombres de una simplicidad inenarrable. Botarates de menor cuantía pero
extremadamente peligrosos.
La tarde avanzaba jadeante, como un viejo autobús que no
puede subir una gran cuesta. El sol buscaba esconderse tras esa mágica montaña
malagueña, no muy lejos de mi Isla de los Naufragios. Me sumergí en el agua de
mi patria salada para recordar que la Jueza
Alaya ha incluido a los ex consejeros de la República Bananera
de Andalucía Gaspar Zarrías y Mar Moreno en el caso de los ERE cuya investigación
ha remitido al Tribunal Supremo. Cientos de folios en los que la sevillana detalla
nueve aforados implicados en esta causa: los ex presidentes Manuel Chaves y José
Antonio Griñán, así como siete ex consejeros más
. Dejé que mi cuerpo se secara en el Lorenzo que se alejaba y, sin quererlo, una sonrisa se me dibujó en el rostro. Recordé a los mansos periodistas del régimen y todos los insultos que hemos recibido de aquellos que no han visto con buenos ojos nuestra labor de fiscalizar al gobierno que mantenemos con nuestros impuestos.
. Dejé que mi cuerpo se secara en el Lorenzo que se alejaba y, sin quererlo, una sonrisa se me dibujó en el rostro. Recordé a los mansos periodistas del régimen y todos los insultos que hemos recibido de aquellos que no han visto con buenos ojos nuestra labor de fiscalizar al gobierno que mantenemos con nuestros impuestos.
La luz anaranjada se abrazaba en las olas mediterráneas dándole
un toque mágico a la tarde que se nos iba en el país malagueño. El olor de unos
deliciosos espetos me llevó a la conclusión de que este tipo de cocina podría
curarme de todos mis vicios y, de paso, de todas mis virtudes en caso de que
tuviera alguna. Antes de degustar ese pescado, decidí terminar la lectura de la
obra “Sangre judía; españoles de ascendencia hebrea y antisemitismo cristiano”
de Pere Bonnin. Me alejé con las últimas
líneas del vuelo gallináceo del sureño medio. Más reflexiones. El crepúsculo es como un desmayo que se
tuerce. La luz va desapareciendo en la vaguedad de la tierra.
La luna me dio razones para quedar perplejo con su belleza
imponente. Esa intensidad que siempre se da en las localidades costeras. Quien
no ha vivido esto, no sabe de lo que le hablo. Las estrellas mantenían, entre
las luces, su misterio y la torre atalaya lucía imponente su fuerza en el
acantilado, junto a la playa.
Creo que el amor sólo revela su natura en los lugares
silenciosos. También soy de la opinión de que las olas alejan o nos acercan
certezas si sabemos escucharlas con calma. Por eso sé que la batalla de las
ideas está perdida porque un burro jamás podrá entender completamente a los
seres humanos más civilizados. Me dí un baño en la mar antes de volver a casa
de madrugada. Le hablé a la Diosa Noctiluca
que estaba tan voluptuosa como siempre. Caminé por el bosquecillo que conduce a
mi humilde morada, y siempre huele a pino. Los grillos no pararon de cantar y, una vez más,
me sentí el más dichoso de los hombres a pesar de compartir espacio y tiempo
con millones de monos que me escupen odio y rencor a cada paso. Cantó un
mochuelo y, una vez más, di gracias por ser quien soy.
Sergio Calle Llorens
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