Hay discursos confusos y enmarañados como una
maneja de hilo en desorden, imposibles de aclarar y de entender, llenos de
incongruencias deformadas. Un claro ejemplo es el de Bruno Cardeñosa. Si como
orador no es capaz de seguir un discurso razonado y lógico, como creador de
conspiraciones no tiene precio. Ideas inconexas, confusas y descabelladas cuyo
resultado final suele ser un puro galimatías de formulación difícil. Su libro
11 S: Historia de una Infamia es la prueba evidente de lo que escribo.
El libro es un esperpento absoluto dirigido a
una masa que se considera escéptica siempre y cuando esté en consonancia con su
pensamiento, en ese caso, se transforman en creyentes fervorosos. De tal forma
que si llegan a la conclusión de que Kennedy se suicidó hace 50 años, pues se
suicidó y punto. De nada sirven las pruebas o los indicios que apuntan hacia
otros posibles autores en el asesinato de uno de los presidentes más populares
en la historia de Estados Unidos. Con ello, no quiero decir que no existen las
conspiraciones. Sin embargo, deben de estar basadas en pruebas y en testimonios
fidedignos.
El problema de Bruno Cardeñosa es que su ideología
se ha cristalizado en su cerebro y no hay manera de corregir su
antiamericanismo. De ahí que su libro sobre el atentado que cambió la historia
del mundo, trate de demostrar que lo que realmente destruyó el pentágono no fue
el vuelo 777 de American Airlines sino un misil que lanzaron sobre sus
instalaciones los mismísimos americanos. A Cardeñosa no le valieron ni los
informes científicos, ni los testigos que declararon haber visto como se
estrellaba el avión contra el Pentágono, ni las imágenes del tren de aterrizaje
de la nave citada que se pueden ver claramente. Bruno tiene claro que todo es
culpa de los malvados yanquis y . Cuesta creer que alguien en su sano juicio
pueda creerse semejante teoría conspiranoica. Otro misterio radica en el hecho
de que el director de la Rosa
de los Vientos no es capaz de decir dos frases en inglés e, incluso, le cuesta
exponer razonamientos en español. Cabría preguntarse con quién coño habló el
periodista español para elaborar su obra.
Otra cosa bien distinta es el uso fraudulento
que hizo el gobierno de George W. Bush de los atentados para justificar el
ataque a Irak. La poquísima vergüenza de Cardeñosa contrasta con la candidez de
los que compran su obra sin el más mínimo espíritu crítico. Si estudiar quiere
decir, leer, integrar, detallar, rechazar, comparar y decidir lo que tiene
importancia y lo que no, los lectores del escritor, estudiar, lo que se dice
estudiar, no han estudiado mucho.
Historia de una infamia es la obra de un hombre especialmente satisfecho consigo
mismo que es incapaz de aceptar la cruda realidad. Sus seguidores, simplemente,
son gentes de poca chaveta que siguen al gran pontífice de la escuela de las
chalauras.
Sergio Calle Llorens
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