De un tiempo a esta parte, hay una tendencia a colocar la
etiqueta de homosexual a cualquier héroe, ya sea Batman, Spiderman o los mismísimos
Roberto Alcázar y Pedrín. En verdad, la orientación sexual de una superhéroe
no tiene la mayor importancia. Y me la trae al fresco si el hombre murciélago
sodomizaba, o no, a Robin en la Baticueva.
Tampoco me importa que la gente piense que esos héroes
hispanos salidos de editorial valenciana eran unas fachas peligrosísimos.
Lo que me importa es que una tarde recién llegada la
otoñada, mi madre me regaló unos tebeos en los que un policía en compañía de un
niño rubio, luchaban contra un hombre diabólico; personaje de aspecto vampírico
que tenía la habilidad de hipnotizar a sus víctimas. Era el jefe de un grupo de
malhechores que querían, como todos, dominar el mundo. Su cara cadavérica y su
extraño look me fascinaban por completo. Ese sombrero amplio y esa capa
oscura cuya visión me provocaba un profundo terror, siguen viniendo a visitarme
cada vez que saco del baúl de la memoria aquellas viejas viñetas. No creo
equivocarme al afirmar que fue el primer comic de terror que leí en mi vida. Ante
mis ojos pasaron momias, castillos encantados, diferentes monstruos pero sin
duda, Svimtus era el rey de todos aquellos malvados. Su magnetismo todavía se
arrastra ante mi las noches que decido hojear esos tebeos antiguos antes de ir
a visitar a Morfeo.
Repasando esas páginas la otra noche, recordé una noche de
verano de luna llena en la que una lechuza cantaba a la luna. Embebido por las
hazañas de Roberto Alcázar y Pedrín en Londres en un número lleno de recovecos,
misterios, giros y sorpresas que me llevaron al grito cuando mi madre entró en
la habitación sin previo aviso. Han pasado muchos veranos, pero sigo siendo fiel
a todos eses seres que hicieron de mi niñez un lugar mucho más agradable.
La historia cuenta que el periodista, aventurero y detective
Roberto Alcázar conoció en el trasatlántico Neptunia al polizón Pedrín Fernández,
decidiéndose a adoptarle, formando desde entonces de una pareja en busca de
emociones fuertes. Desgraciadamente, los mismos que adoraban a estos héroes
comenzaron a decir después que los autores habían creado al personaje basándose
en el fundador de la Falange. Tal
vez, digo yo, para hacerse perdonar su cercanía al régimen.
El autor de Tintín defendió en su juventud ideas racistas. Agatha
Christie lo fue hasta el final de sus días sin ningún complejo y, nosotros,
españolitos de a pie, hemos dejado morir a uno de nuestros tebeos favoritos por
la maldita corrección basada en las papanatadas de esa pandilla de
descerebrados. De haber sido franceses nuestros aventureros, ahora Alcázar y Pedrín seguirían cabalgando en pos de nuevas
hazañas, sin contar con todo el trabajo que estaría dando a tanto dibujante y
guionista parado. Pero esto es España y hay que joderse.
Sergio Calle Llorens
Igual era un niño pero tampoco note ningun atisbo de homosexualidad en los tebeos. El autor dice que Alcaraz era el apellido elegido y no veo que la fisonomia de Roberto coincida unicamente con el creador de la falange. Coincido plenamente. Dicen que tambien eran misoginos porque no aparecian mujeres y cuando salian eran malas. Lo demostraron tambien los autores que era falso. Agradezco a mi padre compartir esos tebeos y una pena hayan sido olvidados. Un saludo y mis felicitaciones por el blog.
ResponderEliminarMuchas gracias por el comentario. En cuanto a lo de las mujeres, no lo sabía, pero no me extraña. Un saludo
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