Bajo la lluvia tocada por una niebla azulada vespertina que
parece querer engullirlo todo. El aire tiene una suavidad de perla turbia y las
olas del mar golpean contra las rocas. Siento una melancolía infinita y, por
momentos, unos deseos irrefrenables de abandonarme. Mi tristeza es inabarcable.
Tengo la cabeza llena de sombras oscuras. Camino con las manos en la chaqueta.
De la niebla veo aparecer figuras recortadas de personas que, agradecidas
supongo, se dirigen a sus puestos de trabajo. Esta parte del mediterráneo está
enjoyada de agua empapada y de luces húmedas. Respiro fondo y sigo caminando
ajeno a la belleza incomparable. Empiezo a pensar que mi tendencia al pesimismo
se ha ido agigantando con los años. Un pensamiento nacido de la convicción de
que mis pasos ya no se dirigen a ninguna parte; las conversaciones me aburren,
los malentendidos me exasperan, y el teléfono sigue sin sonar. Necesito billete
de ida, y lo necesito ahora. Escapar de aquí, huir de mi se me antojan una
locura delirante y desenfrenada, pero necesaria.
La tormenta arrecia cuando una chusma multicolor asalta el
bar donde me he refugiado a desayunar. Chillan y gritan a la manera de los
escolares de primaria, a pesar de pasar la treintena. Una de ellas es una mujer
que habla en voz alta y que no para de confundir las almorranas con las
andorranas. No se da cuenta de que sus amigos se están cachondeando de ella. Maldigo
la hora en la que entré en el bar. Como mientras echo una ojeada a la prensa;
corrupción, nacionalistas catalanes y paridas andaluzas. Tengo ganas de
levantarme y gritar pero trato de calmarme jurando, para mí, en arameo. En
verdad, si me hubiera dedicado a la microbiología, España sería un país perfecto
para trabajar con tanta bacteria suelta.
Éramos pocos y parió la abuela; en la cafetería entran ahora
dos musulmanes que compiten en potencia de voz con los lugareños. Al fondo,
imagino que por mimetismo, dos limpiadoras ucranianas de muy mal ver les hacen
la competencia con su conversación alta. Al parecer, esta gente desconoce lo
que significa el silencio. Por alguna razón desconocida, el dueño del local
tiene puesta lo que los italianos llaman il riscaldamento, y me veo obligado a
quitarme la ropa. La mujer que padecía el problema anal se dirige entonces a mi
persona como si fuésemos hermanos de sangre. Me dice que si no tengo frío. Le
dirijo una sonrisa helada. A ver qué entenderá este engendro intelectual por frío.
Ahora llueve con más intensidad si cabe, y la señora sigue
parloteando. A mi mente, no sé muy bien por qué, viene aquella cosa en catalán
que aprendí hace tiempo: “No es trist morir, el que és trist és no viure intensament.
Sigo comiendo, sin ganas. La mujer arrecia con sus estúpidos chascarrillos. Todos quieren parar la
incontinencia verbal de esa petarda. Viendo como es harto difícil, recuerdo
otra frase que me puede ayudar: un tonto le dice a una mujer que se calle, pero
un sabio le dice que su boca es extremadamente bonita cuando sus labios están
cerrados. Le suelto un tienes una boca de fresa cuando tienes los labios
juntos, y la señora se ruboriza, y no vuelve a abrir el hocico hasta que
termino el desayuno y pago. Sólo entonces el loro despega sus labios para
decirme un sentido “Gracias guapo”. Sigue lloviendo cuando mis pasos resuenan
ya por un paseo marítimo besado por la tormenta. ¡Ojalá, pienso, me lleve una
ola!
A foolish man tells a woman to stop talking, but a wise man tells her that her mouth is extremely beautiful when her lips are closed.
Sergio Calle Llorens
You are a wise man, Sergio. Don´t be sad. We need you, we love your blog. Go to hell with so many foolish people. Concentrate yourself in your writings. Up with your soul.
ResponderEliminarThanks a lot mate.
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