domingo, 24 de marzo de 2013

HOMBRES DE TRONO



Con un cielo perlado los hombres de trono colocamos nuestros cuerpos bajo los varales de sus santos titulares. Son los más grandes de España, y los más pesados. Aún así, cada año los malacitanos acudimos en masa a pasearlos por las calles de la vieja ciudad en la época en la que beber de sus fuentes nos hace más sabios. Al compás de una marcha procesional, mecemos a un Cristo o a una Virgen bajo el embrujo de la tarde. El secreto es dejar el barco a la merced de la ola mediterránea. Viento de poniente o un levante travieso se convierten, a veces, en aliados incomparables de un paso único e incomparable

Sí, cada año, repetimos un ritual mágico que resplandece en la noche como el faro que guía a nuestras embarcaciones a nuestro puerto; leyendas de Mena y de Zamarrilla, presos liberados, palomas al viento, Cautivo de túnica blanca, Esperanza redentora, Estudiantes con su eterno himno y un cuplé nacido en Málaga como canción redentora de legionarios. Luceros de vida que apenas dejan oír la canción triste del mar. Aquella balada secreta en honor a todos aquellos que nos dejaron y se convirtieron en sombras. Desde la Trinidad, pasando por el barrio de la Victoria hasta llegar a los Percheles. Málaga por una vez se pone de acuerdo en el amor a unas tradiciones marinas que se pierden en la noche de los tiempos.


La gran mayoría nos colocamos bajo esos varales siendo unos muchachos a los que nos podían los nervios y la tradición. En ellos, hemos sufrido, hemos amado, hemos sentido la emoción de callejear por Málaga con la esperanza de poder volver cada año y retrasar, si se puede, la fecha del adiós. De ese día fatídico en el que nuestros hombros y riñones no soporten ya el peso de esos barcos que suenan como aquellos viejos galeones con el que los españoles conquistamos el mundo.

Como hombros de trono aguardamos la llegada de ese día marcado en el calendario con letras de oro. Es la jornada en la que lo das todo por no defraudar a los tuyos, ya sea en un atardecer de un anaranjado profundo o bajo una lluvia fina que te obliga a encerrarte en la iglesia. Falta una semana, faltan tres días, faltan unas horas y cuando te colocas bajo el varal y el capataz de trono da los toques de campana, tu cuerpo se tensa y, por fin, la impaciencia desaparece.

Escribo estas líneas cuando la mar ha entrado en ese silencio oleoso que me acaricia mi alma mediterránea. Es de noche y a mi mente vienen recuerdos de una tarde londinense en la que el trabajo no me dejó volver. En aquellos momentos de zozobra, cerraba los ojos para contener las lágrimas e imaginaba a mi Cristo de Azotes y Columna de las Fusionadas procesionando por la Alameda de la ciudad del paraíso. Llegaban a mi mente la proa del trono abandonando las entrañas del viejo barrio de San Juan, y me era imposible contener las lágrimas de sal. Nunca más he vuelto a perderme una cita y volveré, si Dios me lo permite, puntual al encuentro con el Cristo redentor.

Decía que empezamos siendo muchachos para haber terminado peinando canas en la noche malagueña. Abandonar ahora sería como una puñalada en el corazón y, como saben, los hombres de trono tratamos de retrasar lo inevitable; el momento del relevo en el que otra generación pida paso y camine bajo los varales que siguen besando nuestros hombros. Hasta entonces, seguiremos manteniendo viva la pasión por la mejor semana santa de España. A cada toque de campana, levantaremos a pulso a nuestros titulares, marcharemos entonando viejos himnos y reventaremos nuestros cuerpos hasta que el capataz del  barco de orden de parar. Y lo haremos, como hemos hecho siempre: con el convencimiento de que esos tronos son Málaga y queremos morir por ella. Huele a salitre, huele a incienso y en la bóveda celestial se vislumbran unas estrellas que parecen perlas. Los hombres de trono volvemos a respirar dichosos porque el momento ha llegado.

Valgan estas modestas líneas como homenajes a los hombres de trono

Sergio Calle Llorens


4 comentarios:

  1. "Nunca más he vuelto a perderme una cita y volveré, si Dios me lo permite, puntual al encuentro con el Cristo redentor."
    Esa es la clave, Sergio: Redentor, Salvador, Señor. Qué Él te guíe y te guarde, a ti y a todos los hombres de trono de Málaga. Que a todos nos acompañe, que nunca se canse de nuestras infidelidades.
    Ave Crux, Spes Unica.

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    1. Amén, amigo mío. Sin su guía no somos nada.

      Un abrazo

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  2. Se me han saltado las lágrimas leyendo este artículo, creo que estamos ante el nacimiento de un escritor en ciernes que dará mucho de que hablar. Impresionante es poco lo que se puede decir de tus líneas, la Málaga cofrade te lo agradece de corazón.

    Juan Alsina

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  3. Impresionante es poco, es sencillamente espectacular. Guau.
    Belén- tu más fiel admiradora

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