lunes, 25 de febrero de 2013

EL 28F


La Junta de Andalucía recuerda a esa señora con achaques que acude al médico y le pregunta; -Doctor me siento morir, estoy gorda y fea, qué tengo. Éste, tras una rápida mirada, le contesta con cierto aire socarrón. -Señora tiene razón.  A pesar de ello, los vividores del régimen socialista defienden, con todas sus fuerzas, a la vieja andaluza en la que se ha convertido la región más pobre de España. De ahí que hayan organizado un baile de máscaras que oculten el rostro ajado de la señora. Será el 28 de febrero.

Veremos banderas andaluzas, proclamas contra el gobierno central de los de siempre mientras una inmensa mayoría se va de excursión, o reniega de la verde y blanca. Personalmente, el andalucismo me ha producido siempre una sensación de violencia física, de barullo desagradable. Y mucho más cuando la fiesta sirve para acallar los recortes realizados por el bipartito andaluz. Todo parece un sainete molieresco y pueblerino. De esos que tanto gustan a los incultos de canal sur televisión. Sin embargo, la muerte de la Junta es ineluctable. El orgullo por  el latrocinio institucionalizado de esos primates sureños,  que siempre ha estado de candente actualidad en Andalucía, les lleva al desastre. Les han bastado algo más de tres décadas para matar al monstruo que crearon.

Andalucía es un tren que lleva retraso por la insistencia de sus maquinistas de viajar por vía corta. Con unos revisores obsesionados por controlarlo todo. Desde que comemos los pasajeros, hasta la postura que adquirimos para dormir. Cuando despertamos del sueño, vemos pasar a trenes más potentes llenos de esperanza e ilusiones. Realidades tangibles. El tren andaluz, en cambio, es lento, corrosivo y mediocre. Sólo basta echar una mirada furibunda a la realidad circundante para que lleguemos a la siguiente conclusión; lo mejor es desmontar el tren andaluz y venderlo por piezas al mejor postor.

Lejos de la Andalucía oficial, va creciendo el número de desafectos al régimen. Y, con ellos, un deseo fuerte va tomando fuerza en el pecho; abandonar Andalucía y que cada provincia pase a depende directamente del estado. Hace un lustro éramos muy pocos los que apostábamos por el más España y menos Andalucía. Hoy somos legión y la batalla no ha hecho nada más que comenzar.

El 28 de febrero es un recordatorio del fracaso andaluz. Una fecha de nefasto recuerdo que sólo enorgullece a los que viven del erario público. Todos ellos hablan de la corrupción de una forma impersonal, parece que hablaran de una persona desconocida y vaga. Pero son ellos, los únicos responsables de esta desaguisado andaluz. Lo único bueno que tiene el matrimonio, es que es voluntario. No he conocido a ningún soltero que fuese intrínsicamente estúpido. Raro sí, estúpido no. Ahora, sin embargo, tras el matrimonio toca la experiencia traumática del divorcio. Más aún si tenemos en cuenta que el matrimonio andaluz no fue voluntario, porque el voto negativo de Almería a pertenecer a este invento,  invalidaba, de facto, la autonomía andaluza. Han pasado muchos años desde aquellas nupcias forzadas y, como dice la izquierda, muchos de los españoles de hoy, no pudimos votar aquella constitución. Pues a hacer otra que muchos españoles queremos votar salirnos de Andalucía. Entonces entenderían, hasta que punto la desafección de los andaluces con su autogobierno. Años de oprobios, robos, agravios nos han convencido de que lo mejor es desconectar la maquina andaluza. Queremos volar alto, queremos volar solos y el lastre andaluz, sencillamente nos lo impide. Queremos votar en un referéndum el nacimiento de una nueva España, para que nadie, jamás, vuelva a confundir manifestantes por votantes. Reitero, una vez más, mi deseo de bajarme del tren de la Junta.

Sergio Calle Llorens

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