Guardo en algún rincón de mi dolorido corazón, canciones y
baladas que me arañan el alma. Una de ellas es el Fairytale of New York. Interpretada
por el cantante anglo-irlandés Shane MacGowan (The Pogues), y la tristemente
fallecida Kirsty MacColl. Es, por derecho propio, el villancico más popular de
las islas. La canción narra la historia de un hombre durmiendo la borrachera en
una celda de la comisaría, y en Nochebuena.. Junto al irlandés, un compatriota encarcelado
tararea otra balada irlandesa “The Rare Old Mountain Dew”. Poco a poco, el
protagonista va recordando una relación fallida con una mujer que, tal vez, le
siga recordando en algún lugar de este mundo. En realidad, la canción es un diálogo
entre la voz ronca de MacGowan y la armonía vocal de MacColl. Una pieza para perdedores. Un canto a lo
que pudo ser y acabó en desastre. Ilusiones que se apagaron por la estupidez o
la mala suerte de sus protagonistas.
Anoche, encendí el fuego de la chimenea y, como casi
siempre, la habitación fue iluminada por las llamas con sus efluvios de roble y
encina. Pronto me invadió una sensación de bienestar. Sin saber muy bien por qué,
empecé a canturrear los primeros versos de ese gran tema del que les hablo:
It was Christmas Eve
babe
In the drunk tank
And old man said to
me
Won’t see another one
And then he sang a song
The Rare Old Mountain
Dew
I turned my face away
And dreamed about you
Tenía las luces
completamente apagadas y, en el fuego, iban apareciendo los rostros de
personas del pasado. Muchas de ellas ya no están ya entre nosotros. Otras, en
cambio, desconozco que pasó con ellas. Como se necesitan 40 músculos para
arrugar la frente y sólo 15 para sonreír, hice lo segundo y seguí tarareando.
The boys of the NYPD choir
were singing Galway Bay
And the bells were ringing out for Christmas
time
Pensé, de pronto, en todas las personas que mañana, en la
cena de Nochebuena, estarán solos. Probablemente, pensarán que sus vidas no
tienen sentido. En algunos casos, no les faltará razón, pero como casi siempre,
hay luz a final del túnel. Maldecirán, en cualquier caso, contra la navidad, como el cantante de The Pogues; Happy Christmas your arse/ I pray God its our
last, ¡ Y una mierda Feliz Navidad, le pido a Dios que sean nuestras últimas navidades.
A veces, ya les digo, hay que tener cuidado con lo que se desea por si Dios no
es del todo sordo. No vaya a ser que, en verdad, sea la última navidad con amor.
Todos, de alguna manera, hemos sido protagonistas de esa
canción. Víctimas del destino por no haber calculado los riesgos de alguna
empresa. Sin embargo, tras la esquina de alguna ciudad está esa oportunidad en
forma de trabajo, amor o ilusión, que tanto anhelamos. A mi me lo recuerdan las
gaitas y tambores de la policía neoyorquina en navidad, junto al fuego. Un acto primitivo
que conservo de nuestros ancestros, mejorado por ese himno de perdedores. Canción
y rito, todo junto, que me permiten recordar que mi vida, aunque llena de
fantasmas, ha sido, hasta ahora, simplemente maravillosa. ¡Cuestión de no rendirse, supongo!
Sergio Calle Llorens
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