Desde el principio de los tiempos la humanidad ha prosperado
al dividir el trabajo entre los mejores. Los que sabían pescar, se dedicaban a
atrapar peces. Aquellos que cazaban con maestría, traían carne fresca al
campamento y así, cada grupo se iba especializando en cualquier labor que fuera útil
para la comunidad. En consecuencia, no había ningún constructor de casas
cultivando la tierra porque, sencillamente, su habilidad estaba en la construcción. Tan simple y tan efectivo. Con la especialización llegó, como digo, el progreso.
Así ha sido siempre menos en Andalucía. Aquí los hospitales
los dirigen personas cuyo talento reside en el uso de la lengua, los metros como
el malagueño eran planificados, hasta hace muy poco, por un biólogo, y los
periodistas que unen líneas de información tienen como única virtud no molestar
a sus amos socialistas, esos que les compran con la publicidad institucional. Hay
más; En turismo nos meten un clon de
Lenin, pero algo gangoso. En Obras Públicas a una mujer que sabe del tema lo
mismo que Falete de física cuántica. La prosperidad no llegará al sur hasta que
los andaluces coloquen en puestos de responsabilidad a personas valiosas y, al
mismo tiempo, envíen a Valderas a limpiar culos, y a María Gámez a barrer las
playas del mediterráneo. Les aseguro que esta última podrá terminar la tarea
encomendada antes que la secta del capullo nos haga el saneamiento integral de la Costa del Sol.
Tal vez, después de todo, hayamos de reconocer que los
dirigentes de Andalucía son descendientes directos de la babosa aquella del
pleistoceno. De ahí su escasa inteligencia. La taifa, seguro, es el paraíso de
los necios sin remedio y, sobre la necedad humana se han escrito kilómetros de
líneas en todas las épocas. George Herbert, poeta galés, acertaba al destacar
que nadie es necio siempre, todo el mundo lo es a veces. Sin embargo, esta
definición no se puede aplicar a la
Junta de Andalucía cuyos dirigentes parecer estar cómodos
demostrando al planeta que jamás hubo nadie que les superara en idiocia. No nos
engañemos, la evolución no ha llegado a la tierra del paro. A mí sólo me queda volver
a pedir que paren Andalucía, que me quiero bajar de una puñetera vez.
Sergio Calle Llorens
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