España tiene una monarquía parlamentaria para republicanos, pero de ser una República, no admitiría monárquicos. Sencillamente, los partidarios de ese régimen basan su querencia en la II de las Repúblicas que murió, como todo el mundo sabe, por la ausencia de republicanos. Lo suyo era y, todavía es, un sistema político de transición para llegar a la dictadura del proletariado. Hoy vuelven a la carga pidiendo un Referéndum sobre el sistema político que prefieren los españoles. Argumentan, con algo de razón, que las nuevas generaciones no votaron en aquella consulta. Eso sí, en Andalucía a los de ideología bermeja no les importa que los presidentes se elijan a dedo.
De celebrarse una consulta sobre la monarquía en España, ganaría la opción monárquica. Y es que hay gente que confunde manifestaciones con votantes, trending topic en Twitter con opinión mayoritaria y así, obviamente, luego se llevan unos grandes chascos. Es evidente que el intento de destruir la monarquía sin más respaldo que la imaginación y sus calenturientas mentes, no les llevará a ningún sitio. No podemos tener en cuenta los comentarios de esa masa ociosa que tuitea sin descanso a diario. Pensemos que es evidente que no todo el que está en Twitter es un tarado, pero todos los tarados están en Twitter. Luego, aunque podamos leer comentarios contra nuestro Rey e, incluso, amenazas de todo tipo, son muchos más los que no salen a defenderlo por miedo. En nuestros días, sencillamente, no se lleva defender al primero de los españoles.
Quien lleva la voz cantante en esta campaña antimonárquica, es IU. De esta formación conocemos que el vicepresidente de Andalucía no terminó ni el Graduado Escolar, de ahí que escriba con faltas de ortografía. También sabemos que no hay mucho talento en sus filas poco arrimadas a la realidad de los nuevos tiempos. Además, sus militantes sufren un trastorno narcisista de personalidad equiparable a una psicopatía en el sentido clásico del término, que les lleva a una hipertrofia del yo con marcada autocomplacencia y notoria dificultad para aceptar las negativas a sus deseos. Pongamos por caso como mientras la gran mayoría de españoles sigue aceptando la bandera roja y gualda , ellos insisten en abrazar una que tiene el morado del Conde Duque de Olivares. Cualquier discusión sobre la materia, terminará con descalificaciones sin fundamento para todos aquellos que abrazamos con naturalidad los símbolos de España.
El PSOE, por su parte, no organiza mítines sin que una marea de banderas republicanas inunde los menguados recintos donde tienen lugar. Zapatero y sus colaboradores abrieron un melón peligroso y, a día de hoy, no sabemos si los del capullo son monárquicos, republicanos, o tan siquiera españoles. Un día están a favor del derecho a decidir y, al día siguiente, se manifiestan en contra. En realidad, hay tantas almas en el PSOE como dinero robado en sus bolsillos. Lo único claro sobre el partido de Rubalcaba, es que honrado, lo que se dice honrado, no es.
En el debate monárquico, el PP llega tarde, como en casi todo. Sus líderes hablan con la boquita pequeña, como suelen, para no molestar. En realidad, aplican esa forma tan gallega de hacer política que tenía a bien el Dictador Franco; dejar que los problemas se pudran. Alrededor de la formación conservadora e, imagino, liberal, se mueven muchos descerebrados de ultraderecha que arremeten contra la figura del Borbón. No hay día que no bombardeen las redes con su veneno. Exigen, ¡imaginen la paradoja!, que el Rey se vaya con la música a otra parte, para resucitar a Tito Paco, supongo, con su voz aflautada y su permanente mala leche.
El Rey Don Juan Carlos ha hecho más por España que la gran mayoría de indigentes intelectuales que hoy se sienta, muy a nuestro pesar, en el parlamento nacional. El Rey, con sus aciertos y sus meteduras de pata, es el símbolo de la unidad de España y garante de nuestras libertades constitucionales. En otras palabras, el árbitro de un partido de fútbol que se juega en un césped impracticable donde los entrenadores intentan comprar los partidos y, los jugadores tienen unas ganas locas de partirle las piernas al adversario. En verdad, yo no puedo imaginar a José María Aznar de Presidente de la República y, mucho menos a Zapatero. Sin embargo, ustedes pueden hacer ese ejercicio de imaginación. Seguro que las imágenes que les vienen a la mente son terroríficas; Aznar hablando inglés con acento tejano impostado y ZP haciendo el ridículo en Londres. En mi caso, sólo de pensar que Manuel Chaves podría llegar a ser jefe del estado y representarnos en las cumbres europeas cuando no sabe hablar bien español, me produce un pánico incontrolable.
Urdangarin ha protagonizado un gran escándalo al servirse del nombre del Rey para hacer negocios. Al igual que los hijos de Chaves o los familiares de los sindicalistas. Por no mencionar, el caso Bárcenas o el enchufismo de IU en el ayuntamiento malagueño de Manilva. No creo que la clase política española o sus palmeros estén en disposición de exigirle al monarca buen ejemplo. Además, existe una clara diferencia entre El Rey y nuestros políticos; Don Juan Carlos I fue capaz de rebajarse y pedir perdón por el incidente del elefante. A día de hoy, que se sepa, no hay ningún socialista que haya imitado la acción del primero de los españoles por el mayor caso de corrupción de la historia de España; los ERE. Pasen por Canal Sur para ver como arremeten contra la Juez Alaya por ser demasiado dura con los que llevan aplicando en Andalucía el latrocinio institucionalizado.
El Rey camina con muletas pero sigue adelante. Los sindicalistas, en cambio, sólo se mueven al ritmo de las mariscadas. El Rey llama por teléfono a la Casa Blanca y se le ponen. A Zapatero no le recibió ni el hombre de los recados en la capital norteamericana. El Rey cierra negocios para España y nuestros políticos cierran empresas debido a su inutilidad manifiesta. El Rey se opera en una clínica privada, igual que nuestros representantes. Entre otras cosas, porque en un hospital público, por motivos de seguridad deberían reservar una planta entera por motivos de seguridad, con el consiguiente prejuicio para el resto de usuarios.
El Borbón debe estar contemplando su caída de popularidad abrazado a la nostalgia y a la tristeza. Puede que recuerde el día de frío cuando llegó a España en un tren procedente de Portugal. Es posible que se acuerde de las vejaciones del círculo del Marqués de Villaverde. Incluso, pude también que guarde aquellos artículos en los que se hablaba de que no duraría ni dos telediarios. Tal vez, en sus oídos rechinan aquella frase de “Su Reinado será muy corto”. Pero aquí está reinando porque su historia es la de alguien que lo tuvo todo en contra, pero ganó. Y lo hizo al ayudar a que España consolidara una democracia, con todas las imperfecciones que se quiera. Gracias a él, la gente puede vivir en libertad e incluso, quemar fotos del monarca y pedir la llegada de la República. Por eso, tras su convalecencia que será larga y dura, seguirá reinando a pesar de la pandilla de mediocres que pide su abdicación. Los que conocen al Rey saben que no dejará a su hijo enfrentarse sólo a los peligros que nos acechan. Va a concluir su obra y dejará el trono con los pies por delante. Morirá como lo que es, un Rey, el de todos los españoles. ¡Faltaría más!
Sergio Calle Llorens