Cada mañana una embarcación de nacionalidad danesa cuyo
nombre es Thor R, identificada con el IMO de International Maritime
Organization, trabajan en el dragado del Guadalquivir a la altura de Trebujena
e Isla Mayor. Los sedimentos una vez extraídos del río andaluz son trasladados
unas 19 millas
naúticas aguas bajo. Dicho de otra manera, van a parar a unas 4 millas al norte de
Chipiona. En cada viaje son 3000 metros
cúbicos de sedimentos. Una vez más, la autoridad del
puerto de Sevilla se pasa por el forro todas las recomendaciones del comité de
expertos que, entre otras cosas, dice que hay que hacerlo con supervisión
científica. Así que el dragado de mantenimiento entre Sanlúcar y Sevilla se
realiza sin tener en cuenta ni la mejor época para llevarlos a cabo, ni el
impacto que tendrá arrojar tantos sedimentos en la hidrología y dinámica del
río.
Los sevillanos ni siquiera se han puesto a pensar, total
para qué. Sevilla debe ser lo primero y si se perjudica a Doñana y sus
marismas, pues a joderse tocan. Tampoco les debe ser muy relevante la
posibilidad de llevar a la ruina a los pescadores de todo el golfo de Cádiz. Y
todo por hacerle la competencia a otras provincias como Cádiz y Málaga en el
negocio de los cruceristas.
Todos los expertos desaconsejan realizar el dragado del río
en cuestión pero, aquí como si escucharan de llover. No hay ningún medio de
comunicación andaluz que lo esté denunciando, a excepción de El Mundo Andalucía
y, de la sociedad civil destaca la labor de Ecologistas en Acción cuyas
protestas son acalladas por el ruido andaluz.
A veces me pregunto que les pasa por la cabeza a los que
viven a orillas del Guadalquivir. Tal vez sea la exposición prolongada de sol,
o millones de litros de rebujito mal digeridos, pero gracias a su nacionalismo
de campanario y mirada estrecha, Andalucía es un lugar donde todas las
provincias miran a Sevilla con una desconfianza tal que ponen unas sevillanas,
y la gente se echa manos de la cartera. El tema del dragado es una prueba
inequívoca más que fue un inmenso error elegir esa localidad como capital. Ya
lo advirtió Blas Infante en la única cosa que no se equivocó el demente
andalusí. El otro día, en un informativo, cientos de ciudadanos hablaban de la
necesidad de dotar a Sevilla de las instalaciones necesarias para el turismo de
cruceros. Ninguno de ellos pensó en Andalucía. Nadie se atrevió a dudar del
terrible atentado ecológico que se está produciendo. Primero Sevilla, segundo
también y, de postre, cualquier cosa que tenga relación con esa ciudad. Estas
actitudes sólo están llevando a que cada vez sean más las voces en Almería y
Málaga que cuestionen la permanencia de esas provincias en Andalucía. ¡OJO!
Sergio Calle Llorens
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