El PP es conocido en Madrid como parálisis permanente. Sin
embargo, en la tierra del recorte de chalaura, más conocida como Andalucía, la
formación de centro-derecha se la llama patéticos populares. Desgraciadamente
si hay vida inteligente en la marca conservadora del sur, se desconoce por el momento.
Ese Arenas con su bronceado de señorito andaluz. Ese Zoido que parece sacado de
una película italiana de serie B. Por no hablar del señor Sanz que, como todos
los antecesores, tiene pegada una chaqueta azul que le acompaña por donde
quiera que vaya. Si el PP no es alternativa en la taifa del sur, se debe, en
parte, a la torpeza de unos hombres y mujeres que al margen de criticar, no
predican con el ejemplo y, tampoco cuentan lo que harían si llegaran al poder.
Si es ya difícil que salgan bien parados en canal sur, ese medio plural que
admite tanto opiniones a favor del bipartito como en contra de la oposición, hablar
continuamente de los ERE o de los abusos de los sindicatos no supone ganar voto
alguno. Lo que el ciudadano quiere realmente saber, digo yo, es qué cojones
harían ellos una vez instalado en el maldito Palacio de San Telmo cuya
maldición sigue vigente. Miren lo que le pasó a la mujer de Alfonso XII tras
permanecer una larga temporada entre sus muros. ¿Le quitarían las subvenciones
a los sindicatos? ¿Titarían de la manta? ¿Aplicarían un plan de choque contra
el desempleo? ¿Cerrarían canal sur? ¿Destinarían más dinero para becas?
¿Desarrollarían la red de metro de Málaga? Como ven, muchas preguntas y ninguna
respuesta.
La política de los populares en Andalucía tiene tres palos;
la primera es criticar la corrupción de los socialistas, como es su obligación
por otra parte. La segunda es apoyar al PSOE en su intento de dotar a Sevilla
de un estatuto de capitalidad que le reporte por ley millones de euros anuales.
La tercera es el dragado del Guadalquivir para quitarle el negocio de los
cruceros a Cádiz y Málaga, aún sabiendo que para lograrlo hay que cometer el
mayor atentado ecológico de España. El resultado sería la condena definitiva de
Doñana. Un asunto que, por lo visto, al sevillano de a pie le trae
completamente sin cuidado. Como consecuencia de estas políticas de agravios,
existe una población creciente andaluza que ve a la capital de la región como
un nido de bandoleros que, lejos de ser la solución, es parte del problema.
Luego se quejan de que en determinadas poblaciones mediterráneas del sur, no se
vean jamás banderas andaluzas.
Acabar con el régimen andaluz requiere grandes dosis de
esfuerzo y, por supuesto, algo de talento. En verdad es fácil criticar que el
SAS sea andaluz y contrate a una empresa extremeña para que se ocupe de los
menús en nuestros hospitales. Lo difícil es presentar una alternativa creíble a
los abusos de un partido socialista corrupto y podrido hasta las entrañas.
Desgraciadamente en Madrid no parecen enterarse de ello y, como no podía ser de
otra manera, siguen mirando el asunto a la manera autista de Rajoy. En
conclusión, los populares ya deberían haber encontrado un candidato a la Junta que se hubiese puesto
a trabajar por culminar la alternativa en la región más pobre de España. Pero
no lo harán porque, sencillamente, los patéticos populares siguen mirándose el
ombligo mientras beben fino en El Rocío.
Sergio Calle Llorens
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