La historia de una ciudad se recrea rescatando las voces del
pasado. Porque como decía William Faulkner “el pasado nunca se muere, ni
siquiera es pasado”, sobre todo si no queremos que éste muera alguna vez. Por
ello, voy a bucear en el ático de mi memoria para rescatar esas voces pretéritas
que son parte de nosotros. Verán, mi historia, o mejor debería decir la de mi colegio comenzó en 1973, cuando
varios directores de colegio se unieron para comprar un club social llamado “La Hacienda ”- entonces
dirigido por franceses- La calidad de las
instalaciones de la Hacienda con pistas deportivas, piscina y una buena
educación fueron los motivos por los que el colegio comenzó a hacerse un hueco
en la sociedad malagueña.
El nombre elegido para el nuevo centro educativo era Colegio
Europa. Al echar la vista atrás puedo sentir el amor que esos profesores, que
también eran directores, tenían por la
enseñanza, de la que me ocuparé más tarde. Recuerdo que cada mañana al entrar,
Pepe el portero, que nos vendía material escolar en su pequeña oficina, iba con
su paso lento pero firme a tocar la sirena. Todavía hoy tengo ese sonido dentro
de mi cabeza. Ese heraldo que suponía nuestro desgano para ir a clase, o
nuestra felicidad cuando señalaba el fin de la jornada escolar. A veces
recuerdo a la señorita Dulce Mari- que tenía las motos más grandes del mundo- a
la señorita Pilar o a D. Francisco Selva con los que me crucé durante años por
los pabellones del colegio. Sí, como también recuerdo ese olor a goma intenso
en clase. Y es que es curioso como funciona el cerebro, porque todo esto lo
guardaba encerrado en alguna parte de mi memoria, hasta que un día recibí la
invitación de un ex compañero para unirme al grupo de Facebook de los antiguos
compañeros del colegio. Fue entonces, y sólo entonces cuando los recuerdos
afloraron. Por mi mente pasaron imágenes de D. José Luis Ordóñez impartiendo
matemáticas con un sonido sepulcral de fondo - Como imponía a pesar de su
escasa estatura- o de José Barba hablando de historia y de su Colmenar natal.
Espero que con los años me haya sabido perdonar los chistes sobre su pueblo.
Llegado a este punto, no me puedo olvidar de cómo en algunas clases se le
recibía con los estudiantes puestos en pie y cantando la internacional. Sin
duda, Don José era un santo varón. Pero de él me viene mi amor por la historia.
También creo recordar como el profesor de filosofía- El coíno- nos introducía en el mundo de Platón y de Kant mientras las chicas de la
clase se pintaban las uñas y se arreglaban en clase. Harina de otro costal eran
las clases de Lengua con la señorita Lola, con la que creo que batí el record
de castigos en un solo año. En cierta ocasión, le preguntó la lección a mi
amigo José Antonio López Morales- con el que me he bebido millones de litros de
cerveza-. El díscolo estudiante respondió con todo lujo de detalles. La
profesora Lola sonreía satisfecha, pero cuando se disponía a ponerle un
positivo. López dijo lo siguiente: “ Y para más información, consulte a las
páginas amarillas”. Huelga decir que ante las risas del personal, fuimos muchos
los que acabamos en la calle aquel día. En fin, me gustaría recordar a todos:
Salvador Marina- con sus eternas gafas verdes y su perilla- que hacía todo lo
posible por torturar a los que éramos del Barça, a Manuel Cabacinos, también
fallecido prematuramente. Sin embargo, yo siempre tendré presente a la
profesora de francés, a la que llamábamos Madame y a Maribel la de inglés, ésta
última cuyos movimientos de trasero al escribir nos volvían literalmente locos
al personal masculino del centro- y no sólo al de estudiantes-
En cuanto al
deporte del colegio, era claro que se apostaba fuerte por él. Antonio Ortigosa
fue uno de los responsables de los éxitos deportivos. Los equipos de futbol y
balonmano eran de lo más competitivos, llegando a ganar algún campeonato de
España. Los piques en materia deportiva con otros colegios eran famosos en
Málaga. Ortigosa fue además de un buen profesor de gimnasia, un gran pedagogo.
Como también lo era José Miguel Fernández Peregrina, otro de los fundadores del
colegio. En lo que respecta a "alumnos célebres", pues como en todos
los colegios, hay que quien no ha conseguido hacer nada en la vida y hay quien
se ha "situado", quien ha conseguido hacerse con un nombre, y quizá
el más famoso (bueno, quizá no, SEGURO) sea Antonio Banderas (sí, es cierto que
estuvo, no es ninguna leyenda urbana). Además, él tiene la "bendita
costumbre" de, cuando viene a Málaga, "sacar tiempo para sus amigos,
sus compañeros del Colegio, procura cenar con ellos", no olvidándosele así
sus raíces malagueñas ni, menos aún, subiéndosele a la cabeza la fama, cosa que
no es fácil, desde luego. Sin embargo, yo siempre me acuerdo de Alberto Galbeño
Ruiz, un compañero que tuvo la desgracia de fallecer en un accidente de moto,
que de no haberse producido hubiera llegado lejos en la vida. Con él compartí
muchas de las fiestas de fin de curso y
alguna otra actuación estelar, como cuando íbamos a rendir tributo a la patrona
de Málaga en el santuario de la
Victoria.
Sergio Calle Llorens
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