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sábado, 21 de septiembre de 2013

COLEGIO EUROPA

La historia de una ciudad se recrea rescatando las voces del pasado. Porque como decía William Faulkner “el pasado nunca se muere, ni siquiera es pasado”, sobre todo si no queremos que éste muera alguna vez. Por ello, voy a bucear en el ático de mi memoria para rescatar esas voces pretéritas que son parte de nosotros. Verán, mi historia, o mejor debería decir  la de mi colegio comenzó en 1973, cuando varios directores de colegio se unieron para comprar un club social llamado “La Hacienda”- entonces dirigido por franceses-  La calidad de las instalaciones de la Hacienda  con pistas deportivas, piscina y una buena educación fueron los motivos por los que el colegio comenzó a hacerse un hueco en la sociedad malagueña.

El nombre elegido para el nuevo centro educativo era Colegio Europa. Al echar la vista atrás puedo sentir el amor que esos profesores, que también eran directores, tenían  por la enseñanza, de la que me ocuparé más tarde. Recuerdo que cada mañana al entrar, Pepe el portero, que nos vendía material escolar en su pequeña oficina, iba con su paso lento pero firme a tocar la sirena. Todavía hoy tengo ese sonido dentro de mi cabeza. Ese heraldo que suponía nuestro desgano para ir a clase, o nuestra felicidad cuando señalaba el fin de la jornada escolar. A veces recuerdo a la señorita Dulce Mari- que tenía las motos más grandes del mundo- a la señorita Pilar o a D. Francisco Selva con los que me crucé durante años por los pabellones del colegio. Sí, como también recuerdo ese olor a goma intenso en clase. Y es que es curioso como funciona el cerebro, porque todo esto lo guardaba encerrado en alguna parte de mi memoria, hasta que un día recibí la invitación de un ex compañero para unirme al grupo de Facebook de los antiguos compañeros del colegio. Fue entonces, y sólo entonces cuando los recuerdos afloraron. Por mi mente pasaron imágenes de D. José Luis Ordóñez impartiendo matemáticas con un sonido sepulcral de fondo - Como imponía a pesar de su escasa estatura- o de José Barba hablando de historia y de su Colmenar natal. Espero que con los años me haya sabido perdonar los chistes sobre su pueblo. Llegado a este punto, no me puedo olvidar de cómo en algunas clases se le recibía con los estudiantes puestos en pie y cantando la internacional. Sin duda, Don José era un santo varón. Pero de él me viene mi amor por la historia. También creo recordar como el profesor de filosofía- El coíno- nos  introducía en el mundo de  Platón y de Kant mientras las chicas de la clase se pintaban las uñas y se arreglaban en clase. Harina de otro costal eran las clases de Lengua con la señorita Lola, con la que creo que batí el record de castigos en un solo año. En cierta ocasión, le preguntó la lección a mi amigo José Antonio López Morales- con el que me he bebido millones de litros de cerveza-. El díscolo estudiante respondió con todo lujo de detalles. La profesora Lola sonreía satisfecha, pero cuando se disponía a ponerle un positivo. López dijo lo siguiente: “ Y para más información, consulte a las páginas amarillas”. Huelga decir que ante las risas del personal, fuimos muchos los que acabamos en la calle aquel día. En fin, me gustaría recordar a todos: Salvador Marina- con sus eternas gafas verdes y su perilla- que hacía todo lo posible por torturar a los que éramos del Barça, a Manuel Cabacinos, también fallecido prematuramente. Sin embargo, yo siempre tendré presente a la profesora de francés, a la que llamábamos Madame y a Maribel la de inglés, ésta última cuyos movimientos de trasero al escribir nos volvían literalmente locos al personal masculino del centro- y no sólo al de estudiantes-

En cuanto al deporte del colegio, era claro que se apostaba fuerte por él. Antonio Ortigosa fue uno de los responsables de los éxitos deportivos. Los equipos de futbol y balonmano eran de lo más competitivos, llegando a ganar algún campeonato de España. Los piques en materia deportiva con otros colegios eran famosos en Málaga. Ortigosa fue además de un buen profesor de gimnasia, un gran pedagogo. Como también lo era José Miguel Fernández Peregrina, otro de los fundadores del colegio. En lo que respecta a "alumnos célebres", pues como en todos los colegios, hay que quien no ha conseguido hacer nada en la vida y hay quien se ha "situado", quien ha conseguido hacerse con un nombre, y quizá el más famoso (bueno, quizá no, SEGURO) sea Antonio Banderas (sí, es cierto que estuvo, no es ninguna leyenda urbana). Además, él tiene la "bendita costumbre" de, cuando viene a Málaga, "sacar tiempo para sus amigos, sus compañeros del Colegio, procura cenar con ellos", no olvidándosele así sus raíces malagueñas ni, menos aún, subiéndosele a la cabeza la fama, cosa que no es fácil, desde luego. Sin embargo, yo siempre me acuerdo de Alberto Galbeño Ruiz, un compañero que tuvo la desgracia de fallecer en un accidente de moto, que de no haberse producido hubiera llegado lejos en la vida. Con él compartí muchas de las fiestas de fin de curso  y alguna otra actuación estelar, como cuando íbamos a rendir tributo a la patrona de Málaga en el santuario de la Victoria.
 De cualquier forma, sería difícil resumir aquí los años que pasamos en el colegio Europa. Nuestro colegio. Sin embargo, hace algún tiempo lo visité y tuve una sensación extraña. Por un momento pensé que iba a encontrarme con esos viejos compañeros vestidos de uniforme otra vez. Con el profe de literatura, con los del club de medio pollo, con la profesora Maruja. El colegio estaba en silencio y sin pensarlo mucho, comencé a caminar por sus instalaciones. No había cambiado mucho desde la última vez. Por un momento, pensé que iba a toparme con algún fantasma del pasado, pero no sucedió nada. Tan sólo las voces y los recuerdos del pasado presentes en cada esquina, en cada recoveco del viejo colegio Europa. Supe, que al fin, había vuelto a casa. Al sitio donde crecí y me hicieron persona. Sólo tengo palabras de agradecimientos para todos los que compartieron tantos momentos de mi vida. Ojala que la iniciativa de Miguel Ángel Hermoso de reunir a todos los cursos cada año siga siendo una realidad en el futuro. Al fin y al cabo, todos pertenecemos a la gran familia del Colegio Europa.

Sergio Calle Llorens



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