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lunes, 25 de octubre de 2021

¡ESPETOS!

 


El espeto de sardinas es el máximo exponente de la cocina marinera. En verdad es una de las cosas más suculentas que produce la gastronomía de mi país. Málaga, la cocina mediterránea de Málaga, es una bendición divina. De hecho, la región malagueña tiene más estrellas Michelin que toda la taifa andaluza junta. El éxito malagueño se explica por el cosmopolitismo de sus gentes. Ahora bien, preparar un espeto, saber asar un espeto, es considerado un trabajo que todo el mundo puede llevar a cabo. Pero esta delicatesen malagueña es muy difícil de obtener y pocas personas tienen el pulso adecuado.  Un buen espeto es que mantiene bajo la piel dorada, una carne delicada y sabrosa.  Esa diferencia pocos la saben establecer, dejando el pescado crudo o totalmente quemado. En la preparación del espeto es muy importante la leña de olivo- se puede usar otro tipo- que ha de arder hasta extinguir el fuego, dejando un buen rescoldo. El frescor de la sardina es también esencial. Además, la sardina, aunque esté fresca, cambia de sabor en proporción a la distancia que se come en relación al mar. A tiro de piedra conserva todas sus cualidades y presenta mil sabores. A diez kilómetros mar adentro, el consumidor está probando un pescado diferente de lo que fue en su lugar de origen: el Mediterráneo. Las mejores sardinas, en circunstancias iguales, son las que se degustan junto a la patria salada. Curiosamente la mejor sardina es aquella que se toma en los meses que no tienen la letra erre. Y es que es el tiempo en el que están más gorditas y sabrosas.

Sin duda, la clave de este plato se encuentra en la perfecta simbiosis que el espetero encuentra entre la forma de prepararlo y las características esenciales de este pescado azul. Pero insisto; o las sardinas se comen junto al mar o el producto pierde todas sus cualidades. Incluso cuando son pasadas por el hielo, pierden todo su sabor. Para las personas de interior, de poca cultura mediterránea, continúan con esa práctica boba de comer un pescado a cientos de kilómetros de distancia de su paraíso. Y eso, evidentemente, tiene consecuencias letales para una cocina de calidad.  No podemos olvidar que sobre la mar y los peces la ignorancia es inmensa.

Sergio Calle Llorens

jueves, 21 de octubre de 2021

¡SINTIENDO TODO!

 


El anuncio de Durex invisible manda un anuncio contundente: follar con su nueva marca de preservativos es algo maravilloso.  El comercial tiene una duración de veintes segundos. Puro ingenio publicitario. Un homenaje a aquello de lo breve si bueno, dos veces bueno.  En resumen; tres parejas reales reciben el regalito para que luego compartan sus experiencias con el invento. El protagonista masculino dice que “la sensación es como si no llevases nada”, pero la cosa lleva a la risa tonta cuando ella afirma rotunda: “totalmente conectada con él. Sintiendo todo”.  En el caso de la segunda pareja sólo habla él para decir que “es tan fino que no lo notas” y ella se le agarra al cuello para besarlo apasionadamente. Parece pedirle una nueva penetración. La tercera parejita es, además de gay, desternillante. Y es que el barbudo primero exclama que “te olvidas que está”, y el segundo barbudo contesta ufano: “te da más placer que es lo que importa”.

Nadie puede negar que la agencia de publicidad ha dado en el clavo porque el anuncio no pasa indiferente. Sin embargo, yo me pregunto cómo alguien tiene los santos cojones de aparecer en televisión diciendo esas cosas. Miremos a la primera chica que viene a comunicarnos, aunque de forma más fina, que ha sentido todo el cipote mientras su novio le daba candela. Por no hablar de la pareja de hombres. El primero nos aclara que es él la parte activa porque cuando lo usa: “se le olvida que está” y su amorcito nos desvela su condición de honrado comealmohadas  ¿Really, George?

 Yo entiendo que el dinero es muy goloso y por pasta, por una buena cantidad de pasta, el personal es capaz de anunciar papilla de bebé con una zanahoria clavada en el culo. Llegado a este punto me gustaría saber cuándo se perdió el rubor. Esa cosa que inventó los vestidos para disfrutar más de los desnudos. Seguro que hay explicaciones para todos los gustos. Después de todo las hipótesis abundan. Las teorías no se acaban nunca. Pero los hechos ciertos y probados son muy raros.  El caso es que las grandes compañías, y eso incluye a todas las redes sociales, ganan cuando exponemos nuestras vergüenzas sin ningún límite. Ahí tienen a las mujeres posando ligeritas de ropa en el libro de las caras o en Instagram. Por no hablar de cómo el personal hace públicas todas sus desavenencias. Todo se expone. Todo se muestra. Y todo por un módico precio ya que los psicólogos salen muy caros. Lo que no sabe el personal que a la larga la factura a pagar por tanto sobreexposición sale mucho más gravosa. 

Vivimos tiempos extraños y la única verdad es que con las redes sociales y con el gobierno pasa como con los preservativos invisibles: que nos follan mejor a todos.

¡Blandito sea el Señor!

Sergio Calle Llorens


lunes, 18 de octubre de 2021

¡CARMEN MOLA!

 


Siempre digo que no puedo, ni vengo a inventar el fuego, pero puedo calentarme con él. Y lo consigo, aunque parezca mentira, con las sombras del crepúsculo y las luces  parpadeantes que se van encendiendo cada noche en la bahía.  Mi única aspiración es andar por la vida sin pisar la cárcel. Sí, ya sé que mirar la mar  como hombre libre puede resultar un premio de consolación, pero para un mediterráneo lo es todo: la voluptuosidad de la luz, la lluvia alcanzando la orilla y el cimbrear de los pinos acunan mi sueño. Mi intención es, naturalmente, vivir alejado del mundanal ruido al tiempo que disfruto de las delicias culinarias locales. Esta noche, sin ir más lejos, degusto unos caracoles producidos por la empresa Axarcol de Benagalbón que acompaño con una cerveza artesanal que se llama Murex. Una obra maestra hecha en Vélez Málaga. Y entre la fascinación que me producen los manjares de mi país, veo que se enciende una lucecita en mi móvil que me avisa de la última polémica: el premio Planeta.

Al parecer, muchas feministas andan alborotadas porque tres autores han ganado el premio más suculento de las letras hispanas, usando un seudónimo de mujer. Lo que nos viene a confirmar que escribir con nombre de señora, lejos de presentar inconveniente alguno, supone muchas ventajas. Y Mary Shelley llora en el cielo porque no se premia el talento sino el himeneo. También es posible que la obra ganadora del Planeta sea una maravilla, pero a nadie se le escapa la estratagema del grupo ganador para que les hicieran caso entre tanta candidata.

Nada despierta más la rabia del emperador que la revelación de su desnudez. Y estos premios van en pelotas como, por cierto, las publicaciones del centro andaluz de las letras. Un chiringuito en el que mujeres publican a otras mujeres por el simple hecho de serlo. No debe sorprendernos, pues, ni el poco éxito que tienen, ni lo poco que tienen que contarnos. Pero en este mundo todo tiene su contrapeso. Y en esta ocasión la historia de Carmen Mola es la igualación perfecta al rostro de cemento armado de muchas escritoras. Y con la birra, el salchichón, los caracoles y esta historia impagable, he estado a punto de atragantarme.

Sergio Calle Llorens


jueves, 14 de octubre de 2021

¡FUEGO!

 


Aquella mujer tenía una enfermiza obsesión por quemar uno de mis libros. Era incendiaria. Creo que a la luz de una biblioteca donde flotaba el aire cansado de su personaje, decidió que aquella obra sería abrasada por el fuego y cumplió su amenaza. Parece que las temblorosas sombras del tiempo perdido en la lectura la empujaron a ello. Yo no podría hacerle ningún reproche.  A lo sumo alejarme para evitar que la lumbre de su mechero alcance mi cuerpo.  

Los que le tratamos tenemos la sensación de haber conocido a un demonio, un demonio sensacionalmente demoníaco, como lo demuestra el hecho de que fuera mi único compañero de trabajo que se negó a darme el pésame por la muerte de mi padre. Creo que se llamaba Antonio. Por entonces vivía con su viejo al tiempo que soñaba con lugares lejanos hablando otras lenguas. Pero nunca salió de la barriada de Pedregalejo. Vestía siempre con la ropa indicadora de esa cosa terrible que se llama el indecente gusto del cateto. Me cuentan que odiaba mi popularidad entre los estudiantes y hasta mi heterosexualidad. El tipo rezumaba odio y segregaba grandes dosis de soledad. Hoy,  a pesar de los años trascurridos, sigue desamparado y su triste historia hace gemir a las cuerdas de los barcos. No creo necesario señalar al lector la pobreza espiritual del personaje que se sigue quemando en su infierno particular.  

Un hispalense me abroncó en la avenida del Mediterráneo por el título de una de mis creaciones literarias: “Memorias de un prepucio colorado”. Le dije que el título no abarca el verdadero secreto de la obra. Para mi sorpresa me recitó de memoria todo el prólogo del libro. Sin anestesia, ni previo aviso. Puede que fuesen mis carcajadas, pero el ofendido terminó confesándome que lo que no le gustó en realidad es que le dedicara mi primera novela a su mujer. Sólo entonces me di cuenta de que el tipejo debió quedarse en la primera temporada de la serie “Cuéntame”.

Algunas personas pueden llegar a ser tenidas por animales racionales, alguna vez, muy de tarde en tarde, esporádicamente, pero no es el caso de la señora que vino acompañada de su anciana madre a uno de mis tours en la Cueva del Tesoro. Al acabar, una hora después de lo previsto- en realidad tuvimos que ir al paso de las muñecas de famosa que se dirigen al Portal porque la anciana era contemporánea de Nefertiti- la arpía subió a dirección para pedir que jamás me dejaran organizar visita alguna a la gruta. Justificaba su petición afirmando que yo había escrito artículos terribles contra la Junta de Andalucía.

Si no hubiera escrito me habría ahorrado muchos problemas. Sin embargo, escribir es mi destino. Es la forma en la que yo me defiendo de un mundo hostil. La manera en la que doy mi versión de las cosas. Escribo porque, francamente, el resto de las cosas se me dan mucho peor. Escribo buscando la adjetivación perfecta que ilumine el alma de mis lectores. Escribo porque soy infinitamente mejor que todos esos que comienzan quemando una obra y terminan chamuscando a su creador. Ellos son el fuego exterminador y un servidor es el agua que apaga las llamas de su particular averno.

Sergio Calle Llorens

 

martes, 5 de octubre de 2021

¡LA COTORRA ARGENTINA!

 


Juan Pablo II pedía a los jóvenes no tener miedo. Borgoglio, en cambio, produce un inmenso pánico. Wojtyla era la cara del bien y Francisco encarna como nadie el rostro del mal. El polaco era una paloma blanca. El argentino es un cuervo negro. El primero era muy amigo de España. El segundo le tiene una ojeriza contumaz a nuestro país.  Sin embargo, hay un grupo considerable de personas, generalmente de poca solidez de entendederas, que apoya cualquier majadería que salga de la boca del actual jefe de la iglesia católica. La penúltima es pedir perdón a México por la conquista. El "Santo Padre" podía haberse acordado del exterminio de los pueblos nativos en Norteamérica o en Australia. También podría haberse disculpado por el genocidio perpetrado por Argentina- cinco minutos después de independizarse de la madre patria- en la sanguinaria campaña del desierto comandada por Julio Argentino Roca cuya imagen, por cierto, sigue apareciendo en los billetes de cien pesos. Pero no, el Papa Paco tuvo que escribir una extraña carta en la que culpaba de todo a los españoles.

En verdad, me fascina que el personal siempre se decante por el  tipo más malo. En el Vaticano, nombre que deriva de una planta alucinógena que se encontraba en las montañas de Roma, ya se están arrepintiendo de su elección. Porque el Papa, aunque tiene un arie distinguido, se les ha ido cretinizando con su peronismo barato, fábrica de todas las desgracias, y su querencia por todos los tiranos como los hermanos Castro, Maduro y los hideputas de los mexicas. A estos últimos los venció Cortés con la ayuda de los indios subyugados por Moctezuma.

Curiosamente Borgoglio habla mucho sobre los derechos de la mujer, pero se niega a ordenar a ninguna al sacerdocio. Paquito también habla de la pedofilia. Sin embargo, si usted lee “Lujuria” de Emilio Fitipaldi- buen periodista italiano- comprenderá que el argentino ha hecho muy poco contra los abusos sexuales cometidos por su gente.  Francisco habla y habla, pero no dice nada que valga la pena. A lo sumo encuentra las palabras justas para quedar bien con la audiencia: “Chi sono io per giudicare a un gay”. Ovviamente nessuno.

El Papa Paco sólo tiene palabras hirientes contra la vieja piel de toro. Incluso cuando viene de visita, cosa rara porque nos odia con toda su alma, dice ir a Santiago de Compostela, pero no a España. Y cuando daba ánimos a las víctimas del volcán de la Palma, mencionó a las Islas Canarias, pero obvió el nombre del país al que pertenecen. Ese que realizó la primera campaña de vacunación de la historia- la expedición Balmis de 1803- llevando la vacuna de la viruela a América y a Asia. La misma nación que construyó treinta universidades y diecisiete colegios mayores, además de incontables escuelas en el nuevo mundo. La primera universidad fue fundada en 1538 en Santo Domingo. De hecho, Portugal no creó ninguna universidad en su época colonial y los holandeses crearon una ya entrado el siglo XX. Así que son otros los que deben pedir disculpas. Entre ellos la cotorra argentina por estar siempre del lado equivocado de la historia. Tal vez así, cuando haya que escribir su epitafio, los españoles, a los que nos enseñaron a hablar bien de los muertos, podamos decir aquello de: ¡Borgoglio ha muerto! ¡Bien!

Sergio Calle Llorens

 

lunes, 4 de octubre de 2021

¡LA AXARQUÍA!

 


La Axarquía es la Toscana malagueña. La comarca donde la luz intensa del Mediterráneo se torna dulcísima en la otoñada. La misma que ahora cae sobre las calas ensortijadas y las casitas encaladas. Entre el cielo y el mar se extiende este singular edén. Aquí el paso lento de las nubes encaja a la perfección con la ternura azulada de la bóveda celestial que se asoma sobre los acantilados que protegen unas playas virginales y límpidas.

 En la Axarquía el tipismo es una seña de identidad presente y no un recuerdo lejano.  Por eso es un placer caminar por sus estrechas calles empinadas, con sus ventanas pobladas de coloridos geranios junto a la iglesia del Rosario en el Borge. Piedras antiquísimas como el Puente romano de Sedella o las ermitas junto al mar cuyas campanas siempre tocan por el eterno descanso de los marineros que perdieron la vida en alta mar.

El condado, en el que el cielo adquiere a levante unos tonos morados y un intenso bermejo a poniente, es un homenaje para los sentidos, como el aceite verdial de Periana, la incomparable pasa y el rico mango que hacen de la zona un destino gastronómico de primer orden. Huerta, laberinto de vides, aguacates, almendros, naranjos y limoneros que nos alejan del triste escepticismo.

La Axarquía es el amor por las cosas bien hechas, el lento trascurrir de las tradiciones añejas. Coquetas calas y torres vigías que observan discretas cómo las nieves derretidas de Sierra Tejeda caen en una catarata inmensa en la patria salada.

En este paraíso terrenal hay una luz amoratada sobre el país y el crepúsculo es un desmayo que se desenfoca en la vaguedad del infinito. A veces escucho el arrullo del mar mecido por un viento de tierra, fresco y tímido, que alcanza al misterio acaramelado de la existencia. Silencios campestres: Frigiliana, Cómpeta, Nerja, Macharaviaya y todos los pueblos de la comarca tienen un encanto singular. Tampoco se puede olvidar el bello hechizo que producen  las Cuevas de Nerja y la del Tesoro en el Rincón de la Victoria- la única gruta de origen marino del mundo que se puede visitar- cuyos aires guardan los arcanos del origen del ser humano.

 La Axarquía es, al igual que nuestra moneda, el axarco, un milagro en el que las desgracias quedan amortiguadas y las catástrofes aplazadas. Un vergel de la región de Málaga que nadie debería perderse.

Sergio Calle Llorens