Hubo un tiempo en la que había bandas de Rock que abrían sus conciertos con
canciones irreverentes y nadie les encerraba por ello. Hubo una época en la que
te subías a la chepa de un político, incluso con una poesía satírica, y nadie te bajaba
al calabozo por los versos. Hubo un
período en el que querías “tocar las
tetas a tu novia”- gracias Siniestro
Total por la incorrección política- y nadie tocaba a tu puerta para notificarte un proceso. Hubo una
temporada en la que podías empalmar crítica tras crítica sin que la turba
deseara que la palmaras. Hubo una fase en la que podías encadenar un porro tras
otro en la calle sin que la autoridad te encadenase a las multas. Hubo un ciclo
en el que podías tener una erección en presencia de damas sin que te erigieran
una estatua como machista mayor del Reino. Pero en aquellas gloriosas jornadas había libertad con ventanas abiertas mirando
a la mar y no pescadores de agua dulce con sus redes sociales atrapando
pececitos que ellos imaginan, Torquemada
estaría muy orgulloso de ellos, como monstruos marinos de siete cabezas.
Lo último, por si no
lo saben, es que ahora también podría ser delito los mensajes en los
chats privados de WhatsApp. De
aplicarse tal aberración jurídica contra la libertad de expresión, no está
lejos el día en el que los magistrados – si es que los científicos crean algún
mecanismo para leernos el cerebro- castigue a los ciudadanos por pensar mal de los que mandan. Y si no paramos esta locura, la prisión de
Quevedo en la Torre de San Marcos nos va a parecer una suite de lujo comparada con las celdas que nos tendrán preparadas las hermandades de la corrección política. Habrá más sillas vacías porque muchos siguen teniendo el corazón lleno de odio. Piensen en ello en "estas fiestas tan señaladas" porque se acercan tiempos terribles.
Sergio Calle Llorens
Sergio Calle Llorens
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