Volvía con el corazón galopante en la declinación ideal de
la tarde con un levante donde se encendían las primeras luces, y un poniente de
intenso bermejo, cuando oí el canto de un búho que me aleja siempre de las
interferencias fastidiosas y sobrantes del ser humano. Me detuve a contemplar
la estampa marina sacando mi cámara
fotográfica para inmortalizar esa locura de belleza.
La verdad es que prefiero el crepúsculo al amanecer. Tal vez sea
por mi querencia a la delicadeza que supone no interrumpir los negocios
matutinos de los demás. Bien mirado, el atardecer, y más si contemplas al
mediterráneo desde una montaña, encierra todas las virtudes que ansío tener.
Entonces la bocina de un barco me hizo recordar a mi amigo Sergio el Marbellero - gracias por tu
presencia en el FNAC de Marbella para
la presentación de mi novela- que se encuentra surcando las aguas de mi amada Denia- seguí caminando entre dos luces
que recortaban la silueta de los árboles cuyas ramas se movían lentamente.
Luego comencé a recordar mi primera mini gira para la puesta en escena de mi
última novela; La Sociedad económica
amigos del país, la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad malagueña,
los FNACS y pronto, muy pronto, la
Casa del Libro. Además, mis intervenciones en Radio Nacional de España, Onda Azul y Cadena Ser , lo de la tele,
las entrevistas en periódicos como Diario
Sur, la Opinión de Málaga y las reseñas en publicaciones como Aula Magna, Foro Libros
y la Fundación Cánovas. Meses y años de trabajo que por fin van dando
sus buenos frutos.
Si mi presencia matinal entre los otros es siempre farragosa
y desagradable, tener un público aparentemente atento a mis disertaciones
literarias solo alimenta mi vanidad de escribidor. Para contrarrestar ese
estúpido sentimiento, solo tengo que recordar el ridículo que realicé con
motivo del Premio de mejor Librería
Cultural de España a Proteo y Prometeo, en los que diserté sobre la
relación entre Literatura y alcohol. Todavía resuenan, y en todos los rincones del universo, las carcajadas de
Juan Miguel de los Ríos- Finalista Premio Planeta 2016 que presentó
mi Guardián del Cementerio en el FNAC de
Málaga- y Pablo Aranda, autor divertidísimo y ampliamente premiado, por no
hablar de las simpáticas presentadoras del espacio radiofónico. También es
bueno, para alejar ese palo de la arrogancia, contemplar las luces que se funden desmayadas sobre las tierras al lado
de mi patria salada.
Como Montaigue, entiendo, o creo entender, la insignificante posición que tenemos los seres humanos respecto al planeta tierra. Reflexionaba allá arriba mientras me dejaba atrapar por la oscuridad infinita que iba arribando a mis montes. Entonces, y solo entonces, decidí descender hacia mi aldea que seguía suspendida entre la bóveda celestial y la mar que nunca me falla. Sonaron las campanas de la Ermita por las almas de nuestros marineros muertos que, de alguna manera, viven en las páginas de mis novelas. Y avancé confiado hasta que llegó la noche, y con ella, la lluvia que limpió mi alma de dolores pretéritos. Me arrodillé bajo el líquido elemento para elevar al cielo una vieja plegaria provenzal. La oración perfecta para agradecer todo lo que se me ha dado que, como pueden entender, no es poco.
Como Montaigue, entiendo, o creo entender, la insignificante posición que tenemos los seres humanos respecto al planeta tierra. Reflexionaba allá arriba mientras me dejaba atrapar por la oscuridad infinita que iba arribando a mis montes. Entonces, y solo entonces, decidí descender hacia mi aldea que seguía suspendida entre la bóveda celestial y la mar que nunca me falla. Sonaron las campanas de la Ermita por las almas de nuestros marineros muertos que, de alguna manera, viven en las páginas de mis novelas. Y avancé confiado hasta que llegó la noche, y con ella, la lluvia que limpió mi alma de dolores pretéritos. Me arrodillé bajo el líquido elemento para elevar al cielo una vieja plegaria provenzal. La oración perfecta para agradecer todo lo que se me ha dado que, como pueden entender, no es poco.
Sergio Calle Llorens
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