El Atabal
es un trocito de los Países Bajos en el corazón de la Capital de
la Costa del Sol. Un tierno paraíso enclavado en los límites que conducen a
la populosa barriada del Puerto de la Torre. Una Holanda en miniatura que vino a
nacer cuando Indonesia, después de tres siglos vinculada a la corona
holandesa, obtuvo la independencia, y más de doscientos mil neerlandeses no
pudieron adaptarse al frío clima de su país de origen. Así que crearon esta urbanización
en la década de los sesenta. Un vergel repleto de casas amplias- en principio
no tenían ni vallas, ni muros- construidas en una colina con vistas de pájaro al
Mediterráneo.
En este pintoresco
submundo las calles tienen nombre de ex colonias holandesas y la biblioteca
municipal está presidida por el retrato de la reina Juliana rodeada de
bailarinas de Bali durante una visita a Indonesia. Cuenta la historia
que la finca del Atabal, cincuenta y tres hectáreas, fue adquirida por
unos diez millones de pesetas. Casi la
misma cantidad que pagaron los franceses por los terrenos que luego serían
conocidos como urbanización Puertosol. Yo fui al colegio con algunos de los hijos de
aquellas familias holandesas. Recuerdo que había una chica indonesia cuyo padre
era holandés que vivía en calle Sumatra, no muy lejos de calle Java.
Tenía la piel de ébano y se llamaba, o eso creo recordar, Eva. La muchacha me invitó varias veces al club social
que se inauguró con la presencia del cónsul de los Países Bajos, Enrique
Van Dulken. Un tipo que era más malagueño que cualquiera; fundador de la asociación
AESDIMA cuyo objetivo era el desarrollo de la provincia de Málaga.
Un tipo que se vestía por los pies y que defendía esta tierra como nadie hasta
el punto de apoyar la autonomía para la ciudad del paraíso y su provincia. En definitiva, uno de los nuestros al que
debemos muchos de nuestros éxitos actuales.
Siempre mu gustó mucho deambular por las encantadoras
calles del Atabal. Una de ellas la llamaban la cuesta de las dos tetas
que iba a parar a casa de mi amigo Pepe. Era un chalet de tres plantas que,
según cuenta la leyenda, había sido propiedad de un industrial vasco que se
tiró por el balcón la noche una noche en la que un grupo de etarras vino a
liquidarle. El asunto del intento de asesinato si non é vero é ben
trovato. Como diría mi amiga Muriel; remarkable claims
require extraordinary evidence. El
caso es la caminata hacia allí valía la pena porque ofrecía, y sigue ofreciendo,
unas vistas extraordinarias de diferentes partes de la ciudad con su mar de
ensueño y sus luceros encendidos envueltos por las gotas del silencio. En
definitiva, rincones malagueños prestos a la descubierta.
Sergio Calle
Llorens
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