La mejor
metáfora de nuestro tiempo es tener a un presidente de gobierno con una tesis
plagiada. Un cargo público que se va a terminar cargando a medio país si nadie
le aparta a tiempo de la presidencia A quinientos kilómetros de Moncloa, unos ingenieros malagueños
prueban el respirador artificial que crearon- ojito al dato- hace treinta años.
Al primero se le conoce como Pedro
Sánchez. A los segundos nos les pone nombre nadie. El político da palos de
ciego al tiempo que mis paisanos, que tienen vista de águila, ya han concluido el prototipo Málaga respira 3. Fujitsu será la encargada de la producción
de este respirador que podría ser clave en la lucha contra el coronavirus. Una
vez más, la ciudad del paraíso y su provincia asombran al mundo con sus
relámpagos. De nuevo esta tierra- que ya tiene más empresas que
todo el País vasco con su cupo tramposo- aporta soluciones bajo la
coordinación del Instituto de Investigación Biomédica de Málaga.
Aprovechando esta buena noticia entre tanta
desgracia, creo que es buen momento para recordar a quienes nos están sacando las castañas
del fuego. No, no son los jueces de pacotilla. Tampoco Susana Griso, ni Elisa
Beni, ni Celia Villalobos, ni García Ferreras o Jordi Évole, sino los sanitarios, los
investigadores, los transportistas los basureros y los militares que han sido
capaces de construir hospitales de campaña en menos de cuarenta y ocho horas. No vuelvan a confundirse.
Es evidente que el “gobierno progresista” no ha dado la talla. Era de prever. Es
diáfano que la España autonómica no
ha sabido dar respuesta a una enfermedad
de cuya peligrosidad ya advertía, por mucho que lo nieguen, la
organización mundial de la salud. Era lo esperado. Sólo hay que ver la cara de
zangolotinos de los ministros en los consejos de ministros. Ni una solución. Ni
una disculpa. Todos son echar balones
fuera, pero pelotazos en la cara de los
autónomos y los empresarios. Una ruina de la que tardaremos tiempo en
superar. Errores en la compra de tests. Más
de siete mil muertos y ochenta y
cinco mil infectados. En esta situación apocalíptica, los medios nos piden mesura, los liberticidas se ofenden ante las críticas cuando, que todo hay que escribirlo, se comportaron como histéricas
con la muerte del perrito Excálibur en la crisis del ébola.
No sé cómo
estarán reaccionando los demás al confinamiento. Después de todo, el idiota encerrado, idiota sigue siendo. Yo, en
cambio, lo estoy disfrutando al máximo; silencio, contemplación del
mediterráneo, lecturas, teletrabajo, bailes al ritmo de mis viejos vinilos y
hasta he acabado mis próximos trabajos literarios. Sólo echo de menos mis paseos junto al mar. Una
rutina que incorporé a mi vida en un otoño de dulce discurrir. Caminatas que me previenen de salir a
la calle para correr a gorrazos a algunos hasta que lleguen a Perpiñán. Ahora me contengo con la bici estática con la que, creo, no voy a llegar muy lejos.
Sergio Calle
Llorens
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