Hay muchos
tipos de tontos. Hay tontos solemnes. Hay tontos sin remisión. Hay tontos graves. Hay tontos ligeros de cascos. Hay tontos que
no la cascan nunca. Hay tontos de capirote que presumen de sabiduría en las
redes sociales. Hay tontos que no entienden que el amor imperecedero es
aquel cuyo fracaso se recuerda siempre. Hay tontos que van de listos. Hay listos que son los más tontos. Uno puede empezar
contando tontos por la mañana y terminar la cuenta de madrugada. No porque no haya
más tontos que señalar sino porque es
una actividad muy cansina. Piensen que hay tontos en cada esquina. Cada pueblo tiene su
tonto oficial. El problema es encontrar
una fórmula para detectarlos. Ya
saben, un método eficiente que permita protegernos de ellos que son, además de
tontos, incansables.
En mi tierra se detectan rápido. Suelen
ser personas que tratan de convencernos de las bondades de la autonmia andaluza. Antes de ese hito histórico no pasó nada bueno, aseguran los
tontos. Este tipo de tonto fue el encargado de convencer a media España que el pobre niño Julen iba a
ser rescatado vivo tras dos semanas bajo tierra. Uno de esos tontos hizo un
reportaje en el que ponía por las nubes a la persona encargada de gestionar el
rescate que nos rompió el alma. A ese
tonto, periodista para más señas, no le tembló el pulso para dejar constancia
de que la delegada era un ángel celestial que, incluso, dormía con el teléfono
en su mesilla de noche por si algo ocurría durante la operación. El señorito trataba de convencernos de que el
sacrificio de la política estaba a la altura del mismísimo Jesucristo. Miles de tontos le creyeron.
El tonto del que escribo, a mi pesar,
jamás había pergeñado un artículo sobre baloncesto. Y es que el deporte de la canasta
es una modalidad competitiva hecha por gente inteligente que el tonto medio no entiende.
Ese periodista, al que a esta orilla del mediterráneo conocemos como oriundo panoli, sabe tan poco de
bloqueos invertidos o defensas mixtas como de decencia periodística.
El Roncero sureño, siendo malagueño y celebrándose la
fase final de la copa de S.M el Rey en nuestra ciudad, firmó un trabajo sobre
los cuartos de final que enfrentaba al Unicaja
contra Casademont Zaragoza, para
hablar de un jugador de los maños, a pesar de que eran los hombres de Luis Casimiro los que
habían resultado vencedores del choque. La razón que explica el desvarío es muy
simple: Carlos Alocén está cedido
por Real Madrid. Al joven jugador le
dedicó cientos de líneas. En cambio,
la victoria verde la despachó en una frase.
El hombre
tampoco sintió vergüenza alguna al no escribir sobre las semifinales, El partido en el que el club de los Guindos pasó por encima de Andorra. Oriundo panolí esperó la
victoria del club de sus amores en la final para dedicar otra crónica a los
suyos. Olvidó mencionar que los malagueños jugaban con Carlos Suárez con un dedo roto, con Jaime Fernández cojo y con Toupane lesionado- éste último vino a sustituir a Milosavievic- que no podrá vestirse de
corto en lo que queda de temporada.
Tampoco mencionó que mientras Unicaja
Málaga tiene un presupuesto de 10 millones de euros, el Madrid de sus amores cuenta con 40 millones
de nada. Parece probado científicamente hablando que el tonto escribe para tontos.
El personaje, volvió a la carga con otro trabajo en su diario
digital- los tontos no se cansan nunca- con el que se ganó un par de
palmaditas en la espalda por su crónica laudatoria del equipo de Pablo
Laso. Ya saben, una loa sin fin a la sección baloncesto que, tras perder dos finales de
copa, amenazó con abandonar la ACB.
Desgraciadamente no cumplieron con la amenaza.
Pero mientras el intrépido reportero ignoraba al club de la región de Málaga, Pau Gasol destabaca vía twitter el amor de los aficionados malagueños por el basket, y la gran labor del Unicaja. Y es que el mejor jugador español de todos los tiempos, no ha olvidado que fue en esta ciudad donde empezó a ganar y donde se respira baloncesto. Por cierto, los tontos no han hecho caso al catalán sino al tonto.
Me gustaría
terminar este artículo dando la fórmula mágica para que ustedes pudieran detectar
fácilmente al tonto de su pueblo. Ojalá la tuviera pero siento decepcionarles. Al menos,
aquí podemos descubir la presencia de nuestro tonto oficial porque, al margen
de sus artículos, lleva un monumento catedralicio por cabeza. De esta forma podemos salir corriendo cada
vez que él se acerca. Huelga decir que la madre naturaleza ha sido sabia y nos
ayuda porque, me aseguran, la idiocia es contagiosa y ella no quiere eso para nosotros.
Sergio Calle
Llorens
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