El observatorio
de la cultura en España ha
presentado recientemente el informe anual sobre la oferta cultural basada en la
calidad e innovación. Del informe se desprende
que las cuatro mejores ciudades del país en este apartado son:
·
Madrid
·
Barcelona
·
Bilbao
·
Málaga
·
Valencia
La capital
de la Costa del Sol, Valencia, Santander y Bilbao consiguen las mayores subidas
y alcanzan su máxima puntuación histórica.
Málaga ha pasado de un 40,9% a un
54,8%. Ni siquiera el porcentaje unido de Sevilla, Granada y Córdoba haría
desbancar a Málaga que, por supuesto,
también consigue la insignia cultural de la taifa del sur con su Museo Picasso.
Una pinacoteca que junto al Festival de cine en español y el Teatro del Soho
Caixabanc ocupan las primeras posiciones en el ranking de la tierra que dirige,
o eso dicen, Moreno Bonilla. Además de las tres primeras plazas en el
listado, también se cuelan el Centro Pompidou, la colección del museo ruso y el
teatro Cervantes. Todos situados en la tierra de Cánovas del Castillo. De las primeras veinte instituciones culturales sureñas, diez
corresponden a Málaga que, de no existir, dejaría a Andalucía como un páramo cultural a la altura de Burundi.
El informe
del observatorio de la cultura en España
nos trae datos muy curiosos. Y es
que ni Almería, ni Huelva, ni Jaén, ni Cádiz aparecen en el mismo. Lo que
habla penosamente mal de esas ciudades. También llama la atención que Vigo- sí la ciudad que dirige ese
hombre que presumía de luces en navidad pero parece no tenerlas- ocupe el último lugar del informe con un paupérrimo
1,6%.
En
definitiva, los datos nos vienen a decir que Málaga es una isla en el sur de España que sigue asombrando al
mundo. Una isla de la que yo escribí, y algunos se sorprendieron por ello, iba
a dejar en pañales a otras ciudades cuyas mamandurrias están basadas únicamente en la semana santa o
en la feria de abril.
Para no
iniciados comentar que el secreto del éxito malagueño ha sido el fruto de un
trabajo bien hecho que ha seguido, como no podía ser de otra manera, el plan
trazado por malagueños que entronan con aquella Málaga del siglo XIX convertida
en la segunda ciudad industrial del país.
Por otra
parte, justo es destacar que la provincia malagueña también luce músculo
cultural todo el año. Fíjense como sólo en febrero- temporada baja- Torremolinos ha disfrutado de la 26
edición de la Rockin Race Jamboree.
Un festival basado en el rock and roll más canónico. Una cita ineludible con
la magia de los años 50 al que acuden personas de todo el mundo- un servidor
incluido- para disfrutar del evento musical que ha sido elegido en Estados Unidos como el mejor festival
del mundo de música norteamericana fuera de sus fronteras. Tampoco puedo pasar por alto la cita en Benalmadena con el
soul organizada por los amantes de la música más rabiosamente mod. Como también es visita
obligada el festival de blues de Málaga-
en el que se ha colgado el cartel de no hay billetes. Y es que los conciertos
de James Armstrong y Susan Santos
han merecido mucho la pena. Pero todavía nos quedan días en este segundo mes
del año de 2020 para gozar del festival
de cine alemán de Málaga, y de los eventos que organiza la costa del Swing por todos los rincones
de la región malagueña. Los cursos de iniciación al lindy hop son realmente interesantes.
Pero vaya
usted a contarle todo esto a uno del pueblo de Guadalcanal o de la Carolina que, ya le adelanto, no entenderá ni
una palabra. Lo de esa gente suena a
Falete y a los Romeros de la Puebla que quedan muy bien en un programa de Canal Sur cuyos espectadores están
convencidos de que las esponjas marinas son muy útiles para hacer colchones. Que
sigan durmiendo.
¡Málaga: esa
isla!
Sergio Calle
Llorens
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