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viernes, 21 de febrero de 2020

¡TIC, TAC!



Canal Sur es una cadena pública sin público. Un medio sin medida alguna a la hora de hacer el ridículo. Un circo  en el que los payasos no hacen gracia alguna. El nodo andaluz que es el nudo gordiano de los que tienen un gañote inmenso. 

La tele sureña  nació para subir el nivel cultural del personal pero, habiendo fracasado en su intento, debe ser cerrada por cara y porque la tortura está prohibida por la convención de Ginebra. No quiero ni pensar si los extraterrrestres detectaran la señal de la cadena porque, indefectiblemente, comenzarían a planear un ataque para exterminarnos.
Canal sur fue un enchufe para los miles de afiliados de la secta del capullo que conectan también con la antología del disparate. Su única función conocida era la de encontrar pareja a nuestros viejecitos. Pero éstos han ido falleciendo y, los que quedan han aprendido a ligar en los parques donde intercambian teléfonos mientras cuidan a los nietos.  Los más espabilados llegan incluso a dominar Tinder, Facebook y hasta Badoo.  El resultado es que Canal sur ya no  les vale ni para follar.  El acabose.

 Los profesionales del engaño masivo de Canal sur, que siempre estuvieron callados como putas mientras gobernaba la secta del capullo, han comenzado a realizar apagones que consisten en dejar la pantalla en negro.  La cosa va de luto. Esto lo sabemos por la prensa porque, como les contaba al principio, la tele tiene menos espectadores que una película de Eduardo Casanova. La repanocha.  

Siempre me he preguntado qué fue primero el mal gusto o canal sur, y qué surgió antes la corrupción o la garduña socialista. Lo escribo porque la UE señaló a la Andalucía de Susana Díaz como la región más corrupta del continente. En ese tiempo, telesevilla fue incapaz de poner contra las cuerdas a aquellos que imitaban a los mafiosos de Chicago.

 Como no recordar esas comidas de potorros a consejeras y a la presidenta en las entrevistas. Cómo olvidar a ese Tom Benítez de rodillas ante el condenado Chaves al que llamaba “el bueno de Manolo”.  Cómo no vomitar ante la imagen de Falete, en compañía de los Cantores de Hispalis, de  María del Monte,  de Paquirrín y  de la Pantoja. Mañanas de succiones. Tardes de mujeres palanganeras. Noches de niños jugando a ser graciosos. Madrugadas de mamporreros folclóricos
.  
A día de hoy somos millones los que pedimos al cielo, y de rodillas,  que el ente autonómico deje la pantalla en penumbra de forma definitiva. Y es que los tiempos, como cantaba Bob Dylan,  están cambiado. No es de recibo que sigamos pagando por algo que no usa absolutamente nadie.  El dinero que se  malgasta en la tele sin espectadores debe usarse en sanidad y en educación.  No perdamos más tiempo.

El reloj para el cierre de canal sur sigue avanzando sin remisión.  Olemos el miedo de su derrota. Lo saboreamos y algunos hemos puesto el champán a enfriar. La muerte de Canal sur hay que celebrarla por todo lo alto. Y como soñar es gratis, tengo en mi mente a Moreno Bonilla- un malagueño- firmando  el decreto del cierre inmediato de la televisión que tenía que haber nacido con la función de autodestrucción. Así, nuestro paisano rubricará su firma y, tras un silencio solemne, se marcará un Trump mostrando el documento a la cámara. Entonces tomará la palabra:

·         “Con esta firma de cierre  de Canal Sur se ilumina el firmamento”

Sólo de pensarlo me vengo arriba. ¡Qué erección más tonta!
Sergio Calle Llorens

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