Canal Sur es una cadena pública sin
público. Un medio
sin medida alguna a la hora de hacer el ridículo. Un circo en el que los payasos no hacen gracia alguna. El
nodo andaluz que es el nudo gordiano de los que tienen un gañote inmenso.
La tele
sureña nació para subir el nivel
cultural del personal pero, habiendo fracasado en su intento, debe ser cerrada
por cara y porque la tortura está prohibida por la convención de Ginebra. No quiero ni pensar si los extraterrrestres detectaran la señal de la cadena porque, indefectiblemente, comenzarían a planear un ataque para exterminarnos.
Canal sur fue un enchufe para los miles de afiliados de la
secta del capullo que conectan también con la antología del disparate. Su única
función conocida era la de encontrar pareja a nuestros viejecitos. Pero éstos
han ido falleciendo y, los que quedan han aprendido a ligar en los parques
donde intercambian teléfonos mientras cuidan a los nietos. Los más espabilados llegan incluso a dominar Tinder, Facebook y hasta Badoo.
El resultado es que Canal sur ya no les vale ni para follar. El acabose.
Los profesionales del engaño masivo de Canal
sur, que siempre
estuvieron callados como putas mientras gobernaba la secta del capullo, han
comenzado a realizar apagones que consisten en dejar la pantalla en negro. La cosa va de luto. Esto lo sabemos por la
prensa porque, como les contaba al principio, la tele tiene menos espectadores
que una película de Eduardo Casanova.
La repanocha.
Siempre me
he preguntado qué fue primero el mal gusto o canal sur, y qué surgió antes la
corrupción o la garduña socialista. Lo escribo porque la UE señaló a la Andalucía
de Susana Díaz como la región más corrupta del continente. En ese tiempo,
telesevilla fue incapaz de poner contra las cuerdas a aquellos que imitaban a
los mafiosos de Chicago.
Como no recordar esas comidas de potorros a
consejeras y a la presidenta en las entrevistas. Cómo olvidar a ese Tom Benítez de rodillas ante el
condenado Chaves al que llamaba “el
bueno de Manolo”. Cómo no vomitar ante
la imagen de Falete, en compañía de los
Cantores de Hispalis, de María del
Monte, de Paquirrín y de la Pantoja.
Mañanas de succiones. Tardes de mujeres palanganeras. Noches de niños jugando a
ser graciosos. Madrugadas de mamporreros folclóricos
.
A día de hoy
somos millones los que pedimos al
cielo, y de rodillas, que el ente
autonómico deje la pantalla en penumbra de forma definitiva. Y es que los
tiempos, como cantaba Bob Dylan, están cambiado. No es de recibo que sigamos pagando por algo que no usa
absolutamente nadie. El dinero que
se malgasta en la tele sin espectadores
debe usarse en sanidad y en educación. No perdamos más tiempo.
El reloj
para el cierre de canal sur sigue
avanzando sin remisión. Olemos el miedo
de su derrota. Lo saboreamos y algunos hemos puesto el champán a enfriar. La
muerte de Canal sur hay que
celebrarla por todo lo alto. Y como soñar es gratis, tengo en mi mente a Moreno Bonilla- un malagueño-
firmando el decreto del cierre inmediato
de la televisión que tenía que haber nacido con la función de autodestrucción. Así, nuestro paisano rubricará su firma y, tras un silencio
solemne, se marcará un Trump mostrando el documento a la cámara. Entonces
tomará la palabra:
·
“Con
esta firma de cierre de Canal Sur se
ilumina el firmamento”
Sólo de
pensarlo me vengo arriba. ¡Qué erección más tonta!
Sergio Calle
Llorens
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