Por una vez,
y sin que sirva de precedentes, estoy de acuerdo con Carod Rovira; “Cataluña no
existe. No es ningún Estado. No sale en ningún mapa. Sus autoridades no llegan
al lugar del siniestro con un avión de las fuerzas aéreas nacionales, sino como
pasajeros de otro ejército. Las banderas del país inexistente no ondean al
viento y en el monumento que se alza en tierra occitana, la inscripción está
escrita en francés, alemán, español e inglés pero no en catalán, porque no hay ningún
Estado de la Unión Europea que tenga
esta lengua como oficial”.
Ni siquiera
yo podría haberlo expresado mejor. El problema de Carod, como el de todos los
nacionalistas catalanes, es que lejos de los límites mentales de TV3, Cataluña
es una región más de España. Nada más y nada menos. Por eso cuando hay una
tragedia aérea en un país como Francia y asisten representantes regionales
españoles, éstos son colocados junto a las autoridades regionales de ese país;
alcaldes y prefectos. Ocurrió igual con la tragedia del Charlie Hebdo a pesar
de los desesperados intentos de Mas de sentarse junto a los presidentes o
primeros ministros europeos. En esos
actos solemnes e institucionales no hay banderas catalanas porque Cataluña,
como nación, no existe. Ya era hora de que lo entendiera Carod y, ya va siendo
hora de que lo entienda la muchachada independentista. Rajoy, por su parte,
demostró cuan cruel es haciendo viajar al honorable en un avión del ejército
español al lugar de la tragedia. Algo que habría hecho igual con cualquier
presidente de una Diputación española. Cataluña no es un país milenario, ni puede acceder a una autodeterminación porque nunca ha sido colonia de nadie. La palabra país, según el diccionario de la Real Academia Española de la lengua, es nación, región, provincia o territorio. El propio Josep Pla aludía a territorios catalanes como país, de la misma manera que los italianos usan el término paese para referirse a sus dominios más pequeños. Ahora bien, el concepto nación para Cataluña no es válido porque históricamente nunca lo ha sido. El tener una lengua propia no es razón suficiente para llamar nación a una extensión geográfica. Tampoco el tener supuestos hechos diferenciales avala la existencia de una nación. Si así fuera, en la Axarquía malagueña donde contamos con nuestra propia moneda, nadie ha reivindicado, de momento, la nación malagueña como representante permanente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Incluso habiendo quedado claro que Cataluña no es nadie en el contexto internacional, cabe explicar, por si todavía hay alguien despistadillo, lo que es la región española con capital en Barcelona para la gran mayoría de los mortales. Para ello, voy a tomar prestada la historia de José Alberto, un argentino de 58 años que murió teniendo sexo con un espantapájaros al que había disfrazado de mujer. Puede que al pibe, al que llamaban el solitario, el muñeco de paja al que le pintó unos labios de mujer le pareciera una hembra. Les aseguro que no lo era. Pues eso es Cataluña, un espantapájaros a los que los nacionalistas la ponen cada vez más feas y de la que huyen inversores y gente cabal. Que sigan pues con su espantajo mientras los demás continuamos amando a personas de carne y hueso. ¿Lo pillan?
Sergio Calle
Llorens
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