Camino guiado por las trémulas notas de la canción triste
del mar. Mis pasos arriban a un
acantilado amplio desde donde contemplo las diferentes tonalidades de la patria
salada; azul y turquesa. No hay ni rastro de la neblina nocturna de la noche
anterior. Todo es de una luminosidad intensa mediterránea. A esas horas, en la
capital un gentío saluda el trono de la Virgen del Amparo. La famosa Pollinica. Tronos
que son barcos y que, como ellos, se mueven a toque de campana y se mecen como
olas marinas. Sólo el de la
Esperanza malagueña pesa la friolera de 6000 kilos. Y
mientras los santos titulares van avanzando por las calles de Málaga, unos
pequeños veleros cabalgan esas olas en la bahía con motivo de la Copa de Vela de su Majestad
el Rey. El puerto, además de barcos y veleros, contará próximamente con una sede del Pompidou, y casi a la
altura del viejo faro, que los lugareños llaman Farola, se ubicará la primera
noria del mundo donde las cabinas entran en un acuario. Un espectáculo de
vistas panorámicas de la ciudad del paraíso y del paraíso de la mar. Un acuario
que será, tras el valenciano, el segundo de España.
El sol dora mi piel y pienso en la cantidad de héroes que
murieron en la mar, en cualquier océano del planeta. Unos intentando cumplir
misiones extrañas y, otros, la mayoría, haciendo lo propio con las que les
encomendaron. En las tierras del sur ya no queda lugar para el heroísmo. Atrás
quedaron las glorias del pasado. Ahora todo es un homenaje a la cobardía. Esta
misma semana, IU Andalucía provocaba una crisis de gobierno por entregar casas
a ocupas saltándose las listas de espera. Y es que los comunistas siempre han
confundido los intereses de los trabajadores con los de los miembros de su
partido. Algo que alcanza a los de la secta del capullo en la tierra de la
chalaura.
Alejo de mis pensamientos la República Bananera
de Andalucía y vuelvo a sumergirme en la mar. En contacto con el líquido elemento, me siento
un titán. Al contrario de los hombres del sur, yo nunca he tenido miedo porque
cuando el temor llama a mi puerta, mi fe la abre y nunca hay nadie. Y si la
cosa se complica en exceso, elevo la plegaria de Sir Jacob Ashley en la batalla
de Edgehill librada en Inglaterra en 1642; “Oh Dios, ya sabes lo atareado que
estaré hoy. Si te olvido, no me olvides tú. La canción del mediterráneo puede
ser triste, pero también es sabia. Y yo, por supuesto, un valiente.
Sergio Calle Llorens
¿Le parece positivo el impacto de la noria? Yo no sé qué pensar. Hay norias y norias. Tendría que ver un render de cojones para ver cómo quedaría.
ResponderEliminarEl impacto, según me han informado, será mínimo y va a constituir un nuevo icono para la ciudad. Saludos
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